Alcanzamos una nueva semana de confinamiento y nosotros volvemos, inasequibles al desaliento, a proponer un nuevo acertijo a quienes preparan la prueba de comentario de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura. Y lo hacemos con más fe y energía ahora, cuando hay un importante elemento de incertidumbre en la situación actual, porque es ahora cuando con más fuerza hemos de sujetar el timón.
Hoy traemos un texto que es un homenaje a quienes, con gran esfuerzo y valor, profesan (incluso partiendo de las clases sociales más humildes) una de las ocupaciones más útiles y humanistas, quizá la ocupación que mejor aúna las letras y las ciencias: los médicos. Es un homenaje extensible, por supuesto, a todos los sanitarios y a las fuerzas de seguridad del Estado que nos están cuidando a todos lo mejor que pueden y saben en estos duros momentos. Y lo hacemos por medio del siguiente texto que ofrecemos para su identificación. Ya sabes que se trata de señalar la obra y autor y, si ello no es posible, la época, el movimiento literario y el género. Si identificas la obra, es bueno dar detalles que nos permitan situar funcionalmente el fragmento.
Como siempre, las respuestas al acertijo deben colgarse como comentarios en la página de Facebook de www.opolengua.com hasta el domingo a las 23:59. Será el lunes cuando demos la solución y la lista de acertantes.
-Dios estaba con nosotros… bien claro se veía… Habíase puesto de nuestra parte… ¡Oh, bien sabía yo a quién me arrimaba! -prosiguió Teodoro, con aquella elocuencia nerviosa, rápida, ardiente, que era tan suya como las melenas negras y la cabeza de león-. Para que mi hermano tuviera medicinas fue preciso que yo me quedara sin ropa. No pueden andar juntas la farmacopea y la indumentaria. Receta tras receta, el enfermo consumió mi capa, después mi levita… mis calzones se convirtieron en píldoras… Pero mis amos no me abandonaban… volví a tener ropa y mi hermano salió a la calle. El médico me dijo: «que vaya a convalecer al campo…» Yo medité… ¿Campo dijiste? Que vaya a la escuela de Minas. Mi hermano era gran matemático. Yo le enseñé la química… pronto se aficionó a los pedruscos, y antes de entrar en la escuela, ya salía al campo de San Isidro a recoger guijarros… Yo seguía adelante en mi navegación por entre olas y huracanes… Cada día era más médico. Un famoso operador me tomó por ayudante; dejé de ser criado… Empecé a servir a la ciencia… mi amo cayó enfermo; asistile como una hermana de la Caridad… Murió, dejándome un legado… ¡cosa graciosa! Consistía en un bastón, una máquina para hacer cigarrillos, un cuerno de caza y cuatro mil reales en dinero. ¡Una fortuna!… Mi hermano tuvo libros, yo ropa, y cuando me vestí de gente, empecé a tener enfermos. Parece que la humanidad perdía la salud sólo por darme trabajo… ¡Adelante, siempre adelante!… Pasaron años, años… al fin vi desde lejos el puerto de refugio después de grandes tormentas… Mi hermano y yo bogábamos sin gran trabajo… ya no estábamos tristes… Dios sonreía dentro de nosotros. ¡Bien por los Golfines!… Dios les había dado la mano. Yo empecé a estudiar los ojos y en poco tiempo dominé la catarata; pero yo quería más… Gané algún dinero; pero mi hermano consumía bastante… Al fin Carlos salió de la escuela… ¡Vivan los hombres valientes!… Después de dejarle colocado en Riotinto, con un buen sueldo, me marché a América. Yo había sido una especie de Colón, el Colón del trabajo; y una especie de Hernán Cortés; yo había descubierto en mí un Nuevo Mundo, y después de descubrirlo, lo había conquistado.
Y nada más. En estos tristísimos momentos, os deseamos a todos salud y fe. Cuidaos y cuidad de los vuestros, que es al final, cuidar de todos. Saludos y ánimo.