Ya estamos aquí como cada lunes, con la solución a nuestro acertijo “¡Ponte a prueba!”, con el que intentamos acompañar, y más ahora, a las personas que preparan sus oposiciones de Lengua Castellana y Literatura.
Y nuevamente nuestros participantes han vuelto a demostrar su competencia literaria. Así, Mercedes Mateos acierta con la época; Esperancita MP y Adrián Gómez Acosta son capaces de precisar algo más indicando el movimiento literario, Carla Romero y Laura Fernández reconocen la obra y Paola Mira Pérez incluso acierta al señalar que se trata de un parlamento del doctor Teodoro Golfín, el oculista sanador de Marianela. ¡Enhorabuena a todos y ojalá que el día D tengan la misma fortuna!
Efectivamente, se trataba de un fragmento del capítulo X “Historia de dos hijos del pueblo” en el centro de Marianela (1878) de Benito Pérez Galdós (1843-1920) en el que aparece ese parlamento de Teodoro Golfín, uno de los numerosos médicos que pueblan sus novelas. Esta era una de las novelas más queridas por su autor. Galdós siempre decía que Marianela era su novela más bonita. Pero no es esa la razón por la que hemos elegido esta obra para nuestro acertijo. Galdós fue una persona que admiraba profundamente a la ciencia médica, como recordaría el propio Gregorio Marañón en sus memorias y como es fácilmente visible en sus obras, donde los doctores son siempre personajes extraordinarios y bondadosos. Ese homenaje a la medicina es el que nos ha llevado en estos momentos a seleccionar este fragmento para nuestro acertijo.
Y nada más por hoy. Esta semana hay una importante reunión telemática entre las consejerías de Educación y el Ministerio para buscar el consenso en torno a la suspensión o celebración de las oposiciones en diferentes comunidades. En cuanto haya alguna decisión firme, realizaremos un análisis de la misma. Mientras tanto hay que cuidar de nosotros y de quienes nos rodean y estudiar lo máximo que se pueda, aun a sabiendas de que esta situación es verdaderamente difícil. Como siempre en la vida, resistir, aunque sea bajo mínimos, es vencer.
Saludos y mucho ánimo.
-Dios estaba con nosotros… bien claro se veía… Habíase puesto de nuestra parte… ¡Oh, bien sabía yo a quién me arrimaba! -prosiguió Teodoro, con aquella elocuencia nerviosa, rápida, ardiente, que era tan suya como las melenas negras y la cabeza de león-. Para que mi hermano tuviera medicinas fue preciso que yo me quedara sin ropa. No pueden andar juntas la farmacopea y la indumentaria. Receta tras receta, el enfermo consumió mi capa, después mi levita… mis calzones se convirtieron en píldoras… Pero mis amos no me abandonaban… volví a tener ropa y mi hermano salió a la calle. El médico me dijo: «que vaya a convalecer al campo…» Yo medité… ¿Campo dijiste? Que vaya a la escuela de Minas. Mi hermano era gran matemático. Yo le enseñé la química… pronto se aficionó a los pedruscos, y antes de entrar en la escuela, ya salía al campo de San Isidro a recoger guijarros… Yo seguía adelante en mi navegación por entre olas y huracanes… Cada día era más médico. Un famoso operador me tomó por ayudante; dejé de ser criado… Empecé a servir a la ciencia… mi amo cayó enfermo; asistile como una hermana de la Caridad… Murió, dejándome un legado… ¡cosa graciosa! Consistía en un bastón, una máquina para hacer cigarrillos, un cuerno de caza y cuatro mil reales en dinero. ¡Una fortuna!… Mi hermano tuvo libros, yo ropa, y cuando me vestí de gente, empecé a tener enfermos. Parece que la humanidad perdía la salud sólo por darme trabajo… ¡Adelante, siempre adelante!… Pasaron años, años… al fin vi desde lejos el puerto de refugio después de grandes tormentas… Mi hermano y yo bogábamos sin gran trabajo… ya no estábamos tristes… Dios sonreía dentro de nosotros. ¡Bien por los Golfines!… Dios les había dado la mano. Yo empecé a estudiar los ojos y en poco tiempo dominé la catarata; pero yo quería más… Gané algún dinero; pero mi hermano consumía bastante… Al fin Carlos salió de la escuela… ¡Vivan los hombres valientes!… Después de dejarle colocado en Riotinto, con un buen sueldo, me marché a América. Yo había sido una especie de Colón, el Colón del trabajo; y una especie de Hernán Cortés; yo había descubierto en mí un Nuevo Mundo, y después de descubrirlo, lo había conquistado.