¡Ponte a prueba! 33/2020 (Solución) Oposiciones de Lengua castellana y literatura

¡Ponte a prueba! 33/2020 (Solución) Oposiciones de Lengua castellana y literatura

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Como cada lunes, volvemos con nuestro “¡Ponte a prueba!”, el acertijo con el que 2016 venimos acompañando a las personas que preparan la oposición de Lengua Castellana y Literatura en su prueba del comentario de texto, con la intención de servirles de entretenimiento, piedra de toque y apoyo.

En esta ocasión traíamos un texto que ya había aparecido en las oposiciones pues su autor es reconocido mundialmente como la cumbre de las letras españolas y la narrativa mundial. Y ha habido, como otras veces, varios acertantes para nuestro reto, lo que demuestra la competencia literaria de quienes nos siguen.

Y así, tanto Esperancita MP como Mercedes Mateos señalaban acertadamente su autoría encontrando rasgos de estilos cervantinos y eran Iría Pérez Alonso y David Martínez Garrido, quienes señalaban con precisión y acierto la obra. ¡Enhorabuena a todos ellos y ojalá que el Día D tengan la misma fortuna!

Era, efectivamente, una novela que hoy no sería políticamente correcta, pero que éticamente, en su época (que es como han de juzgarse obras y productos culturales), don Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616) consideraba “ejemplar”. Se trataba de un fragmento del desenlace de La fuerza de la sangre, integrada en sus nunca suficientemente alabadas Novelas ejemplares (1613) con las que el Príncipe de los Ingenios se incribía dentro de la tradición de la novella italiana. Una colección de novelas que yo leí por primera vez en la universidad en la edición de Avalle Arce, gracias al magisterio de don Antonio Rey Hazas.

Y nada más por hoy. El miércoles volveremos con nuestra entrada de fondo. Como siempre, nuestro recuerdo a las víctimas de la pandemia y nuestro cariño para sus familiares y allegados. Fructífera semana de estudio. Saludos y ánimo.

Finalmente, sacaron a luz la verdad de todas sus sospechas los escalones, que ella había contado cuando la sacaron del aposento tapados los ojos (digo los escalones que había desde allí a la calle, que con advertencia discreta contó). Y, cuando volvió a su casa, dejando a su hijo, los volvió a contar y halló cabal el número. Y, confiriendo unas señales con otras, de todo punto certificó por verdadera su imaginación, de la cual dio por estenso cuenta a su madre, que, como discreta, se informó si el caballero donde su nieto estaba había tenido o tenía algún hijo. Y halló que el que llamamos Rodolfo lo era, y que estaba en Italia; y, tanteando el tiempo que le dijeron que había faltado de España, vio que eran los mismos siete años que el nieto tenía.
Dio aviso de todo esto a su marido, y entre los dos y su hija acordaron de esperar lo que Dios hacía del herido, el cual dentro de quince días estuvo fuera de peligro y a los treinta se levantó; en todo el cual tiempo fue visitado de la madre y de la abuela, y regalado de los dueños de la casa como si fuera su mismo hijo. Y algunas veces, hablando con Leocadia doña Estefanía, que así se llamaba la mujer del caballero, le decía que aquel niño parecía tanto a un hijo suyo que estaba en Italia, que ninguna vez le miraba que no le pareciese ver a su hijo delante. Destas razones tomó ocasión de decirle una vez, que se halló sola con ella, las que con acuerdo de sus padres había determinado de decille, que fueron éstas o otras semejantes: