Como cada lunes, comenzamos la semana dando la solución y la lista de acertantes de nuestro “¡Ponte a prueba!”, el acertijo que pretende echar un cable a las personas que preparan la temida prueba del comentario de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura.
En esta ocasión ya avisábamos de que se trataba de un texto difícil. Y así ha sido. Pero nuestros participantes han vuelto a demostrar su enorme competencia literaria acercándose y cercando con sus respuestas el género, el movimiento literario y la época. Así, Mercedes Mateos, David González Garrido lo sitúan en la narrativa decimonónica. Virginia Luna y José Manuel Serrano Valera aciertan además con la procedencia del autor. Y es que en efecto se trataba de un fragmento de Medicina rústica (1918) del madrileño afincado en Getafe Silverio Lanza (1856-1912) que, aunque no es una obra exactamente del siglo XIX, sí responde a sus rasgos genéricos, por lo que consideramos aceptable la respuesta. También son aceptables las respuestas de Mamen Moreno y Josega Real. Como hemos dicho en ocasiones, ante textos así, lo fundamental es que señalemos los rasgos adecuadamente y los argumentemos con solidez. Yo mismo obtuve la mejor nota de mi tribunal en 1996 cuando en un comentario sobre Cansinos Assens lo situé en la novela experimental de los sesenta-setenta (siendo un texto de los años veinte). ¡Obviamente, fue mi argumentación lo que debió de convenecr al tribunal porque me equivoqué en cincuenta años!
Y nada más por hoy. Nos despedimos deseando un fructífera semana de estudio. Este miércoles volveremos con nuestra entrada de análisis. Como siempre nuestro recuerdo a las víctimas de la pandemia y a sus familiares. Saludos y ánimo.
Llegamos a la estación y subimos al coche que emplea media hora en llegar al pueblo; cuando entramos en la carretera real, parose el coche para que montase un señor cura. El clérigo era de libras, pero se le acogió sin murmuraciones; un tisiquillo se pasó a mi lado, el padre se sentó enfrente, y continuó la marcha.
Mariano hizo entonces mi presentación. Me hallaba ante don Atanasio (el Chucho) rematante y administrador de Consumos; su esposa; el joven Eleuterio (Cachitos), barbero, ministrante, sustituto de albéitar y esqueleto animado; y el licenciado don Rogelio García Albarrán, coadjutor en Zajones y futuro capellán de monjas en Alamillos de la Ribera.
La conversación se animó cuando di pitillos a todos los viajeros, y sonreí a la señora del Chucho pidiéndole permiso para fumar. Su esposo repetía:
-La gente de aquí no es mala, pero les hay muy brutos.
-Algo-dijo Cachitos.
-Y que cuente ésta lo de la Melitona, que si no es por usted, don Mariano, se va como su padre.
-La voluntad de Dios-dijo el cura.
-Pues la Melitona estaba pa dar… vamos, pa parir; cuando va y qué hace…
-Calla mujer, que habla con Rogelio.
-No, no; siga usted.
-Así que empezó a sentir los dolores…
-Te he dicho que te calles.
-¡Como se callaba el señor cura!
-Porque está estudiando el sermón que ha de echarme.
-No hace falta estudiar para…
-Para confundir a un librepensador como yo, ¿no es eso?
Enzarzados el señor Atanasio, jefe y verbo de los racionalistas, con el padre Rogelio, verbo y jefe de los curitas pedantes, propuse al coadjutor cambiase de sitio con la señora de Atanasio.
Asintiéronse a ello todos los interesados; interpolamos recíprocamente nuestras piernas los administradores y yo; y cuando la quinta jaculatoria del padre tuvo absortos a todos sus oyentes, advertí a la mujer que la pantorrilla que yo estrechaba entre las mías parecía hinchada , y era de presumir un estado cardiaco o una elephantiasis incipiente.