¡Ponte a prueba! 6/2021

¡Ponte a prueba! 6/2021

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Hoy es nuevamente viernes y volvemos con el reto del “¡Ponte a prueba!”, nuestro acertijo que sirve para pasar un rato distendido y a la vez someternos a una prueba de competencia literaria que nos puede orientar en la preparación de la prueba del comentario de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura.

La obra que traemos apareció en las oposiciones de 2018 y esa es una gran pista y, a la vez, un gran aviso, porque lo que ya ha aparecido puede volver a hacerlo, mientras que lo que no ha aparecido nunca es un territorio casi infinito e inexplorado que no tiene precedente. Esta obra sí tiene precedente y muy cercano. Algunas personas la reconocerán al instante y otras pueden realizar un buen comentario si son capaces de señalar género, movimiento, época y autor.

Como siempre, las respuestas hay que aportarlas como comentarios en nuestra página de Facebook hasta el domingo por la noche y la solución la daremos el lunes.

Feliz fin de semana. Saludos y ánimo.

GLORIA.- Yo, cuando llegamos aquí estaba muy asustada. Román me decía: “no tengas miedo”. Pero él también había cambiado.
ABUELA.- Cambio en los meses que estuvo en la Checa; allí lo martirizaron; cuando volvió casi no lo reconocimos. Pero Juan había sido mucho más desgraciado que él, por eso yo comprendo más a Juan. Me necesita más Juan. Y esta niña también me necesita. Si no fuera por mí, donde estaría su reputación.
GLORIA.- Román había cambiado antes. En el momento mismo que entramos en Barcelona en aquel coche oficial. ¿Tú sabes que Román tenía un cargo importante con los rojos? Pero era un espía, una persona baja y ruin que vendía a los que le favorecieron. Sea por lo que sea, el espionaje es de cobardes.
ABUELA.- ¿Cobardes? Niña, en mi casa no hay cobardes… Román es bueno y valiente y exponía su vida por mí, porque yo no quería que estuviera con aquella gente. Cuando era pequeño…
GLORIA.- Te voy a contar una historia, mi historia, Andrea, para que veas que es como una novela de verdad… Ya sabes tú que yo estaba en un pueblo de Tarragona, evacuada… Entonces, en la guerra, siempre estábamos fuera de nuestras casas. Cogíamos los colchones, los trastos y huíamos. Había quien lloraba. A mí me parecía tan divertido… Era por enero o febrero cuando conocí a Juan, tú ya lo sabes. Juan se enamoró de mí enseguida y nos casamos a los dos días… Le seguía todos los sitios a donde iba… Era una vida maravillosa, Andrea, Juan era completamente feliz conmigo, te lo juro, y entonces estaba guapo, no como ahora, que parece un loco… Había muchas chicas que seguían a sus maridos y a sus novios a todos lados. Siempre teníamos amigos divertidos. Yo nunca tuve miedo a los bombardeos, ni a los tiros… Pero no nos acercábamos mucho a los sitios de peligro. Yo no sé bien cuál era el cargo que tenía Juan, pero también era importante. Te digo que yo era feliz. La primavera iba a llegando. Y pasábamos por sitios muy bonitos. Un día me dijo Juan: “Te voy a presentar a mi hermano”. Asimismo, Andrea. Román al principio me pareció simpático. ¿Tú lo encuentras más guapo que Juan? Pasamos algún tiempo con él, en aquel pueblo. Un pueblo que llegaba al mar.
Todas las noches Juan y Román se encerraban, para hablar, en cuarto junto al que yo dormía. Yo quería saber lo que decían. ¿No te hubiera pasado lo mismo? Y además había una puerta entre las dos habitaciones. Creía que hablaban de mí. Estaba segura de que hablaban de mí. Una noche me puse a escuchar. Miré por la cerradura: estaban los dos inclinados sobre un plano y Román era el que decía: “Yo tengo que volver aún a Barcelona. Pero tú puedes pasarte. Es sencillísimo…” Poco a poco empecé a comprender que Román estaba instando a Juan para que se pasara a los nacionales… Figúrate, Andrea, que por aquellos días fue cuando yo empecé a sentir que estaba embarazada. Se lo dije a Juan. El se quedó pensativo… Aquella noche en que se lo dije ya te imaginarás mi interés al volver a escuchar tras de la puerta del cuarto de Román. Yo estaba en camisón, descalza todavía me parece que siendo aquella angustia. Juan decía: “Estoy decidido. Ya no hay nada que me detenga”. Yo no lo podía creer. Si lo hubiera creído, en aquel mismo momento habría aborrecido a Juan.
ABUELA.- Juan hacía bien. Te mando aquí, conmigo…