Es el penúltimo lunes en que daremos la solución de nuestro acertijo en este dificilísimo año que nos ha tocado vivir. Nuestro “¡Ponte a prueba!”, el sencillo reto que inventamos en para servir de piedra de toque a las personas que preparan la prueba de comentario de texto de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura, va llegando a su fin este 2020.
En esta ocasión se trataba de una escritora muy conocida y una obra que en su día tuvo una gran acogida entre la crítica y entre los lectores. Y así, José Manuel Serrano Valero y Rafael Robledo Simón señalaban precisamente que se trataba de una obra del siglo XX aún situándola algo más atrás en el tiempo de su fecha de publicación (muy probablemente porque las bases del estilo de la autora se corresponden con la llamada generación del 50). Y Argeme Rodríguez daba con el pleno, pues señalaba obra y autora con acierto. ¡Enhorabuena y que el día D tengan las misma suerte!
Y es que, efectivamente, se trataba del final de la novela La reina de las nieves (1994) de Carmen Martín Gaite (1925-2000), donde la autora hace un homenaje al cuento de Andersen relacionándolo con el tema de las drogas.
Y nada más por hoy. Como siempre, nuestro recuerdo a las víctimas de la pandemia y a sus familiares. Saludos y ánimo.
La emoción ahogaba sus palabras y le brillaban los ojos, como un mar a punto de estallar en espumas. Casilda estiró las piernas y le hizo sitio en el regazo, indicándole que apoyase la cabeza en aquella especie de nido.
-No te preocupes, que ya me encuentro mucho mejor. Y calla un poco, anda, descansa también tú. ¡Vaya folletín que estamos montando en diez minutos! No sé quién está más loco de los dos. ¿Por qué no te relajas? Te vendrá bien.
Y luego, mientras le acariciaba el pelo revuelto, y empezaba a percibir el temblor de su cuerpo, le decía bajito, en tono de salmodia:
-Estás temblando, hijo, a ver si arrancas a llorar. Cuesta mucho, lo sé, a mí también me cuesta, pero sienta bien, sobre todo si tienes quien recoja tus lágrimas. Limpia el alma atascada, y naces a otra vida, sales del fuego al agua. Yo de pequeña, cuando notaba que me quemaba algo por dentro, inventaba cuentos que terminaban mal para poder salir a llorar aquí, mirando la solas. Llorar es romper aguas. Los niños siempre lloran al nacer… ¿Prefieres estar solo?
Él levantó la cabeza de su regazo y negó vivamente. Arrodillado ahora de nuevo junto a ella, la miraba ferviente y alucinado, como aún aparición milagrosa.
-Por fin has venido, Gerda, cuánto has tardado en venir. Dame un beso -suplicó con voz velada por la emoción.
Casilda se incorporó, adelantó el cuerpo y empezó a besarle despacio en la frente, en las mejillas, en los párpados. Luego, cuando vio que llegaba el momento, juntó las manos y las colocó bajo la barbilla de Leonardo, a modo de cuenco, para recoger aquel llanto que, desbordando los ojos incapaces de contenerlo, ya le resbalaba manso por la cara.
Noto que, dentro de la primera lágrima, relucía una especie de aguja de vidrio que vino a pincharse, al caer, en la palma de su mano izquierda. La cogió con dos dedos de la otra y la miro al trasluz. Era el cristalito de hielo.