Como todos los lunes, traemos hoy la solución de nuestro acertijo ¡Ponte a prueba!, el sencillo reto que trata de ayudar como un punto de referencia a las personas que, preparan la prueba de comentario de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura.
Decíamos que nuestro texto fue un gran éxito que, al ser publicado, produjo una gran catarata de reacciones. Y esto fue así, pues dio lugar a la reedición del Lazarillo de Tormes y con ella a la creación del género de la novela picaresca, que tuvo enorme resonancia en toda Europa.
Y así, Sara Piélagos Martín señalaba acertadamente que se trataba del género picaresco, con la genealogía vil del protagonista y Anabel Eseéme hacía pleno al indicar acertadamente obra y autoría. ¡Enhorabuena a ambas y ojalá que el día D tengan la misma suerte!
Efectivamente, se trataba del capítulo segundo de la primera parte del Guzmán de Alfarache (1599) de Mateo Alemán (1547-1614), obra fundamental para la historia del género picaresco pues fue la que espoleó la creación de nuevas novelas a su imagen y semejenza.
Y nada más por hoy. Como siempre, nuestro recuerdo a las víctimas de la pandemia y a sus familiares. Saludos y ánimo.
Vuelvo a mi puesto, que me espera mi madre, ya viuda del primero poseedor, querida y tiernamente regalada del segundo. Entre estas y esotras, ya yo tenía cumplidos tres años, cerca de cuatro; y por la cuenta y reglas de la ciencia femenina, tuve dos padres, que supo mi madre ahijarme a ellos y alcanzó a entender y obrar lo imposible de las cosas. Vedlo a los ojos, pues agradó igualmente a dos señores, trayéndolos contentos y bien servidos. Ambos me conocieron por hijo: el uno me lo llamaba y el otro también. Cuando el caballero estaba solo, le decía que era un estornudo suyo y que tanta similitud no se hallaba en dos huevos. Cuando hablaba con mi padre, afirmaba que él era yo, cortada la cabeza, que se maravillaba -pareciéndole tanto que cualquier ciego lo conociera solo con pasar las manos por el rostro- no haberse descubierto, echándose de ver el engaño; más que con la sequedad que la amaban y confianza que hacían de los dos, no se había echado de ver mi puesto ni puesto sospechas en ello.
Y así cada uno lo creyó y ambos me regalaban la diferencia solo fue serlo, en el tiempo que vivió, el buen viejo en lo público y el extranjero en lo secreto el verdadero. Porque mi madre lo certificaba después, haciéndome largas relaciones de estas cosas. Y así protesto no me pare perjuicio lo que quisieren en caluniarme. De su boca lo oí, su verdad refiero; que sería gran temeridad afirmar cuál de los dos me engendrase o si soy de otro tercero. En esto me perdone la que me parió, que a ninguno está bien decir mentira y menos a quien escribe, ni quiero que digan que sustento disparates. Más la mujer que a dos dice que quiere, a entrambos engaña y de ella no se puede hacer confianza. Esto se entiende por la soltera, que la regla de las casadas es otra. Quieren decir que dos es uno y uno ninguno y tres bellaquería. Porque no haciendo cuenta del marido, como es así la verdad, él solo es ninguno y él con otro hacen uno; y con el otros dos, que son por todos tres, equivalen a los dos de la soltera. Así que conforme a su razón, cabal está la cuenta. Sea como fuere y el levantisco, mi padre; que pues ellos lo dijeron y cada uno por si lo aventaba, no es bien que yo apele las partes conformes. Por suyo me llamo, por tal me tengo, pues de aquella melonada quedé legitimado con el santo matrimonio, y estáme muy mejor antes que diga un cualquiera que soy malnacido y hijo de ninguno.