Estamos a menos de dos semanas del día D. El momento más tenso y difícil de las oposiciones se acerca. Son muchas horas, días, meses estudiando, memorizando, haciendo comentarios, preparando la programación y las unidades. Muchas veces parece como si fueran a salir chispas del cerebro. Y todo lo que eso conlleva: tensiones internas que al final se traducen en tensiones hacia el exterior. Y es ahora cuando nos planteamos si todo este tremendo esfuerzo va a surtir sus efectos. ¿Me saldrá la bola? ¿Me quedaré en blanco? ¿Seré capaz de identificar el texto y comentarlo bien?
La importancia de los modelos
Todos nos guiamos por modelos. Para aprender cualquier cosa tenemos un modelo. El modelo es un ideal de lo que creemos que se debe hacer. Si se trata de actitudes morales, nos fijamos en personas o en ideas que nos parecen modélicas. Es por imitación a esos modelos como intentamos forjar nuestras propias acciones. Los modelos son, por tanto, fundamentales en cualquier faceta humana. Y en las oposiciones también. También tenemos modelos: el modelo de tema que vamos a desarrollar es el del temario que empleamos para estudiar: en condiciones ideales, nuestro objetivo es escribirlo tal y como lo estamos memorizando. En lo referente a los ejercicios prácticos, también tenemos modelos: los que recibimos a través de quienes nos preparan o los que hemos buscado en libros. Todo esto nos lleva a una cuestión fundamental. ¿Son buenos nuestros modelos? ¿Es nuestro temario el más adecuado para el estudio por dimensiones, redacción y contenido? ¿Son nuestros comentarios modelos válidos para las oposiciones?
La importancia de la preparación
Dando por hecho que los modelos son buenos, queda el aprendizaje de los mismos. ¿Tenemos fórmulas que nos ratifiquen en que nuestro aprendizaje del modelo es correcto? Dicho de otro modo, ¿tenemos mecanismos de evaluación y corrección de errores de nuestra preparación? Nuestro método de estudio, por ejemplo, tiene un mecanismo objetivo de control semanal que nos sirve para saber cuál es el porcentaje de acierto que tenemos de todos los temas que llevamos. Nuestro sistema de preparación de los comentarios sitúa al opositor casi veinte veces a lo largo del curso en la misma situación en que estará en las oposiciones, con su consiguiente corrección y retroalimentación.
No luchamos contra un modelo
Una idea muy importante para quienes tienen la fortuna de contar con modelos es no obsesionarse con ellos y creer que han fracasado si no alcanzan el nivel del modelo. El modelo es un ideal que sirve para ver en qué dirección exacta ha de ir nuestro esfuerzo, pero no es el nivel que marca la oposición. La oposición no la marcan los modelos de preparación, sino los contendientes y el número de plazas. Esta es una idea crucial. Y cada año ese nivel, obviamente, cambia. Por tanto, no debemos compararnos jamás con nuestros modelos. Si nuestro preparador tiene cincuenta años y ha sido un buen opositor y un buen lector… ¿cómo no va a haber leído más literatura clásica que yo? ¿cómo no va a haber resuelto muchos más comentarios que yo? Sería asburdo compararnos con él. Yo mismo no soy la misma persona que obtuvo su plaza con treintaidós años. Por pura lógica, he tenido que ganar algo en veinte años de bagaje posterior.
La clave es la calidad de la preparación
La clave está, por tanto, en la calidad de nuestra preparación. Si tenemos un buen modelo y buenos mecanismos de retroalimentación (método de estudio, preparador, academia…) debemos tener confianza. ¿Por qué? Porque una gran parte de las personas contra las que competimos no los tienen. Así de sencillo. La mayor parte de las personas que verás el día D no se han preparado como tú y van a ir a las oposiciones a probar o a llenar las listas de admitidos. No son nuestros rivales. La oposición convoca a muchas personas gracias al premio que otorga (una plaza segura en la enseñanza pública), pero son muchísimas menos quienes pueden afrontar con éxito la dureza de la travesía.
Una oposición es un naufragio en el que tú te vas a salvar
Y es que las oposiciones son durísimas. Y como dice Lope en su poema, solo “quien lo probó, lo sabe”. Es normal. También el premio es magnífico. Y por ello suponen una travesía apasionante. Salen miles de personas de puerto, pero son muchas menos las que llegan a ver la playa del desembarco. Por el camino, tremendas tempestades que nos ponen a prueba y que hacen naufragar a la mayoría. En una situación así, lo fundamental no es hacerlo igual que el modelo, sino llegar y superar a unos pocos de nuestros rivales: los suficientes para alcanzar aunque sea arrastrándonos la playa. Yo perdí mi plaza en 1996 por 0,011 puntos y tenía más de un 9 de nota global. Y luego saqué la plaza con menos de un 7 en 1998 y fui el número 1 del tribunal. No hay que ser mejor que el preparador o ser un erudito. Hay que ser mejor una milésima mejor que el último que tengamos por debajo. Las oposiciones son siempre una competición relativa, donde hay que ser sólo un poco mejor que nuestros oponentes. No veamos gigantes donde solo hay molinos. Simplemente, hay que sacar 0,0001 que el rival. ¡Solo eso! Y para conseguirlo hay que ser capaz de sujetarse al timón o incluso al madero de nuestros conocimientos con fe en la victoria (como el protagonista de las Soledades de Góngora) y confiar en que hasta nadando y a rastras llegaremos a la playa. ¡Y claro que llegaremos! No olvides nunca que no te rendirás jamás. Y por eso, una plaza será para ti.
Como siempre nuestro recuerdo para las víctimas de la pandemia y sus familiares. Saludos y ánimo.