¿Por qué hacemos una serie sobre el sistema de oposiciones?
Desde 1992 hasta 2021 hemos vivido dieciséis convocatorias de oposiciones. Se dice pronto. Y, desgraciadamente, cada vez que hay pruebas, escuchamos las voces de opositores que nos comunican situaciones injustas (a veces hasta rocambolescas) y critican diferentes elementos del proceso opositor y del propio sistema de acceso. Estas últimas oposiciones no han sido una excepción. Muchos nos han pedido que demos espacio a sus críticas. Y siguiendo su consejo, vamos a analizar el sistema de oposiciones desde diferentes puntos de vista para contribuir, aunque sea modestamente, a la denuncia de sus arbitrariedades y aportar alguna luz sobre cuáles son los elementos que el Legislador debería cambiar en un nuevo sistema de acceso (cuyo borrador el Gobierno comprometió para enero de 2022). Comenzamos hoy, por ello, una serie de artículos en los que pretendemos analizar el sistema de las oposiciones con sus defectos y sus virtudes. Antes de nada, debemos aclarar que bajo ningún concepto queremos crear la impresión de que todos los tribunales son así, ni mucho menos. La bondad y la ecuanimidad son la nota dominante en las oposiciones, pero ello no quiere decir que la injusticia no se dé también en el proceso en algunas ocasiones. Y es la Administración quien debe velar, por su propio interés, en que el proceso sea justo y elija a los mejores.
Los tribunales y su constitución
Dejaremos para otro artículo de esta serie las críticas que genera el propio sistema en sí (por su opacidad, por ejemplo) y hoy comenzaremos analizando el factor humano; es decir, la participación y actitud de las personas que integran los tribunales. Como sabemos, cada tribunal está formado por cinco personas. La mayor parte de ellas son elegidas por sorteo y, por tanto, no se integran en él de forma voluntaria, sino obligadas por la Administración, que no permite la renuncia sino es en circunstancias muy concretas. Sin embargo, algunas de ellas (fundamentalmente los presidentes) sí son voluntarias. Y muy especialmente los presidentes del tribunal número 1 de cada especialidad, que son los encargados de poner los ejercicios prácticos.
La importancia de los presidentes y la organización del tribunal
Hay ocasiones en que los presidentes se postulan personalmente para formar parte de los tribunales; pero, como hemos indicado, lo normal es que sean nombrados por la Administración entre personas que gozan de la confianza de la Inspección y por ello son, o bien directores o cargos directivos en activo (o lo fueron en el pasado) o bien son recomendados por estos directores para ser presidentes del tribunal. Estas personas tienen una enorme importancia en la limpieza y justicia de las deliberaciones y por tanto, son las personas clave en el desarrollo del proceso. ¿Por qué? Pues porque la ley les obliga a velar por el proceso y porque reúnen dos cualidades fundamentales que muchos de los otros miembros del tribunal no tienen: en primer lugar, son voluntarios; y en segundo lugar, tienen experiencia. Ello quiere decir que cuando llegan los otros miembros, a desgana y nerviosos por lo que se les viene encima, agradecen y mucho la seguridad y la experiencia que les brindan los presidentes.
¿Cómo se ponen las notas?
La Ley indica que las calificaciones se deben poner a cada ejercicio por cada miembro del tribunal, descontando la más alta y la más baja si entre ellas hay más de dos puntos de diferencia. Es normal que ese proceso de poner la nota se haga mirando las rúbricas que facilitan las Administraciones; pero hay diferentes maneras de actuar según el criterio del presidente del tribunal con efectos claros en los resultados. Un sistema es que cada miembro lea por su cuenta el ejercicio y luego ponga la nota que le parezca en una tabla sin comentar nada con sus compañeros y otro, muy diferente, que consiste en que uno de ellos, puede ser el secretario o el propio presidente, lea el ejercicio en voz alta y la nota se ponga tras un debate. Nada hay en la Ley que diga que esto deba hacerse de un modo u otro y esto condiciona (y mucho) el proceso.
Carácter del tribunal y del presidente
Dicho esto, comprenderemos la enorme importancia que adquieren en el proceso las personalidades del presidente y del resto del tribunal. Y decimos esto porque incluso se puede dar la circunstancia de que no sea el presidente quien mande en el mismo. Yo mismo he contado en esta página varias veces que eso lo viví en 1998 cuando fui a reclamar mi ejercicio en Madrid y ante la comprensión de mi queja por parte de la presidenta, fue uno de sus miembros (que se enorgullecía de dar clases en la Universidad Complutense, aunque no se sabía el temario) quien saltó como un tigre de forma muy agresiva a contradecirme y se manifestó como líder de las notas puestas por el tribunal. Y es que el tribunal no deja de ser un grupo humano y funciona como cualquier grupo humano más, con sus jerarquías. Esto quiere decir que va a aparecer en él una personalidad dominante (o varias) y ello puede conducir a que una persona domine el tribunal o bien que haya un choque constante entre ellas. Yo mismo lo viví también en 1998 en Córdoba, cuando el tribunal que me dio la plaza se fue sin despedirse entre ellos, después de una agria discusión (al parecer, sobre quien debía ocupar la segunda plaza del tribunal, pues la mía no estaba en duda).
¿Qué es lo que debería ocurrir?
Lo deseable es que todas las personas que acudieran a un tribunal tuvieran claro cómo deben evaluar cada ejercicio y lo hicieran sin presiones de ningún tipo de nadie externo o interno al tribunal. Lo deseable es que, si esas presiones se produjeran, estas personas denunciaran las mismas ante la Administración. Desgraciadamente, no siempre ocurre esto y muchas personas deben evaluar temas que no han estudiado nunca o que han olvidado totalmente, ejercicios prácticos que no serían capaces de resolver por ellos mismos de forma adecuada o programaciones que no comprenden por representar formas de dar clase que les resultan desconocidas. Desgraciadamente, no siempre los miembros del tribunal quieren complicarse la vida denunciando las actitudes de sus compañeros o, peor aún, del presidente ante la Administración. Y cuando esto se produce, el factor humano falla y entonces se pueden dar diferentes situaciones que hemos clasificado de la siguiente forma.
El orgullo y la egolatría
De las denuncias que hemos recibido y conocido en casi treinta años siguiendo las oposiciones, el pecado más extendido entre los miembros de los tribunales es, sin lugar a dudas, el del orgullo, la creencia en la superioridad propia por encima de los opositores y del resto de los miembros del tribunal. Este mismo año hemos de un caso, para mí muy significativo, de un tribunal en el que había cuatro personas que se declararon “expertos” de cada una de las cuatro bolas que salieron en el ejercicio. Tras la experiencia de la pandemia, ya conocemos lo devaluado que ha quedado este término. Como sabemos, salen cinco bolas, por lo que solo una de ellas no tenía “experto”. Fue precisamente este tema el que alcanzó las mejores notas, pues en los demás, los “expertos” dictaminaban error tras error. Yo mismo lo viví como he dicho en 1998 cuando tuvimos un experto en teoría de los géneros de la Complutense. Cayó el tema 26 (los textos narrativos) y el personaje puso un 10 a quienes le hablaron de los géneros narrativos y un 5 a quienes nos centramos en las tipologías narrativas. Yo se lo dije abiertamente y me echó con cajas destempladas de la sala. Se te queda una cara de idiota y una rabia y una impotencia que muchos que me estarán leyendo también habrán sentido.
Desprecio al opositor
Otro lado de este orgullo es el desprecio hacia el opositor que pasa a ser algo menos que un ser humano y es maltratado y ridiculizado en las deliberaciones del tribunal y en ocasiones hasta en público. Recuerdo en este sentido el caso de una opositora mía de 2004 que tuvo que asistir en una encerrona a un tribunal que, ajeno a su discurso, se puso a comer pipas y patatas en la última fila de la clase. No contentos con eso, en la ronda de preguntas le llegaron a preguntar (era el tema 9, El español en el mundo) que “cuál era la novela escrita en español de mayor éxito en Israel en aquellos momentos…” y otras cuestiones por el estilo. La suspendieron. Ella, que luego sacó la plaza en la siguiente convocatoria, no lo ha olvidado y yo tampoco. Mucho más común es comentar los ejercicios de los opositores en voz alta mientras se leen, incluso saltándose párrafos o leyéndolos sin interés. Esta manera de condicionar la calificación se ha dado también en muchas ocasiones y por ello es mejor que cada miembro del tribunal lea sus ejercicios por su cuenta.
Nepotismo en los tribunales
Esta situación consiste en que el miembro o presidente del tribunal quiere dar la plaza a un amigo o conocido suyo o de alguien cercano a él. Esta situación se ha dado con mucha frecuencia en las oposiciones y ello ha conducido a que haya filtraciones o incluso a que los presidentes del tribunal modifiquen las notas que se han puesto en las deliberaciones aumentando las calificaciones de quienes favorecen y bajando las de sus competidores. Tiene graves consecuencias en aquellos lugares pequeños donde todo el mundo se conoce (y, por tanto, muchos interinos coinciden con los miembros de los tribunales en el mismo instituto) y cuando hay convocatorias con muy pocas plazas. Este mismo año nos han comunicado que en Cantabria en una sala en la que no había ni veinte personas salieron las notas de treintaicinco presentadas. ¿Cómo es eso posible? Recuerdo también una situación que yo viví en 2000 como preparador en Cádiz acompañando a mis opositores cuando un presidente de tribunal dejó pasar a los opositores sin certificar su personalidad por el carné de identidad a la sala en la que se realizarían las pruebas. Increíble, pero cierto. Este presidente fue denunciado dos años después por nuevas irregularidades y dejó su puesto. También recuerdo las críticas que recibí acerca de un presidente de tribunal acerca de que aprobaba a las amigas de su hija que estudiaron con ella Filología Hispánica.
Arbitrariedad en las oposiciones
Incluimos aquí los numerosos casos en que el tribunal zanja de forma arbitraria cuestiones que afectan a la corrección. Por ejemplo, que se decida que el contenido del tema X ha de corresponderse con lo que dice una academia o una editorial determinada. O que lo que se diga en una programación sea imposible porque esta persona lo considera así. Este mismo año hemos sabido de que a un opositor le han suspendido con un 0 porque era disléxico y el tribunal interpretó (4 votos contra 1) sus errores como faltas de ortografía. También este mismo año, el mismo tema nuestro, el 51, obtuvo en diferentes lugares entre un 10 (en tres tribunales) y un 2. ¿Cómo es eso posible? O sabemos (y se ha producido muchas veces) que una misma programación es presentada por dos opositores o en convocatorias diferentes y obtiene notas totalmente distintas. Hemos conocido también el caso de un opositor asturiano que fue obligado por el tribunal (saltándose la ley) a mostrar todas sus unidades didácticas antes del sorteo y, luego, durante su encerrona, no atendieron a su discurso. Todas estas arbitrariedades se dan cuando el sistema deja margen para la interpretación y al ser un tema que tiene que ver con la ley, volveremos a tratarlo en un artículo posterior.
La personalidad de los miembros del tribunal es fundamental
Como podemos ver, todas estas situaciones se deben a fallas en la personalidad de los miembros del tribunal y, sobre todo, de la presidencia. Y solo tienen arreglo legislando con claridad cómo debe realizarse la deliberación del tribunal. Aún así, hay elementos en los que el factor humano siempre tendrá un importante peso. La equidad, la ecuanimidad, la bondad y la valentía son las virtudes que deben atesorar quienes deben tomar decisiones tan graves sobre la vida y hacienda de las personas. ¿Y cómo elegir a los justos? Por tanto, y como hemos dicho en otras ocasiones, la mayor suerte que podemos tener en las oposiciones no es el tema que nos cae sino la bondad y grandeza humana de las personas que integren nuestro tribunal.
Importancia de la denuncia en las oposiciones
Hay que anotar también una cuestión fundamental. Las denuncias tienen efecto. Yo he conocido varios casos en los que se han hecho y han servido para paralizar el proceso y expulsar del mismo a presidentes nefastos. Ello ha ocurrido siempre que la denuncia ha partido de otros miembros del tribunal y ha estado documentada o avalada por medio de una carta dirigida a la Administración por los vocales del tribunal. Cuando la denuncia ha sido de un opositor, el proceso ha sido más largo, pero también he conocido el caso de ese presidente al que me he referido antes que ante sucesivas convocatorias con denuncias de opositores y de los sindicatos, fue también apartado.
Sanciones duras a los infractores en las oposiciones
En este sentido, se debería sancionar con dureza estas actitudes y por ello sería muy necesario que en un nuevo real decreto de acceso se castigara de forma ejemplar este tipo de actitudes, pues si se han repetido en el tiempo es porque la máxima sanción ha consistido simplemente en apartar a la persona del puesto.
Una plaza es para ti
No queremos tampoco acabar este artículo sin cantar a la esperanza y a la realidad. Todas las personas a las que me he referido obtuvieron su plaza y estoy convencido de que las que aún no lo han hecho lo harán si persisten. Hemos tenido, ellos y yo, la mala suerte de encontrarnos un tribunal injusto; pero nuestro coraje y nuestra fe en nosotros mismos y en nuestras capacidades nos hizo persistir y por eso alcanzamos nuestro objetivo. Somos capaces de convertir el sufrimiento y la injusticia en el combustible que nos llevó a la plaza. Y el tuyo será también ese caso. Persistirás, te sacrificarás, sufrirás incluso… ojalá que no te encuentres un mal tribunal en tu singladura, pero hay una cosa que es segura: una plaza es para ti. Un abrazo.
Saludos y ánimo.