¡Ponte a prueba! 9/2022 (Solución)

¡Ponte a prueba! 9/2022 (Solución)

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Hoy es lunes y comenzamos la semana con la solución de nuestro reto ¡Ponte a prueba! con el que pretendemos ayudar, desde 2016, a las esforzadas personas que preparan las pruebas de comentario de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura.

Decíamos el viernes que la obra que habíamos seleccionado había aparecido ya en las oposiciones en diferentes ocasiones. Es más, podríamos haber dicho (y no lo dijimos para que no fuera una pista clarísima) que se trataba la obra que más veces ha sido seleccionada por los tribunales para las pruebas por razones obvias, pues es la obra cumbre de nuestra literatura y, probablemente, con nuestra lengua (a la que va unido de forma indivisible) es el mayor punto de encuentro entre los españoles de ambos hemisferios y nuestra mayor aportación cultural a la humanidad. Y decíamos también que cuando nos enfrentamos a una obra así, resulta importante indicar la ubicación y finalidad funcional del fragmento.

Y estamos muy contentos pues todas las personas participantes han hecho pleno en el reto, lo que demuestra su nivel de dominio y por otro lado, lo acertado de nuestro consejo de cara a la prueba real de las oposiciones. ¡Enhorabuena a todas ellas y ojalá que el día D tengan la misma suerte! Y así, Mamen Moreno, José Manuel Serrano Valero, Verónica Prezioso, Rafael Robledo Simón, Adrián Gómez Acosta y Mercedes Mateos han acertado la obra y situado perfectamente el fragmento.

Efectivamente se trataba del capítulo XLV de la Segunda parte de la Historia del ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha (1615) de don Miguel Cervantes Saavedra (1547-1616), Príncipe de los Ingenios españoles. Y efectivamente, el fragmento pertenecía a uno de los pleitos que con sentido común y sabiduría es capaz de resolver Sancho Panza cuando los duques le ceden como forma de burlarse una ínsula para que la gobierne. Sin embargo, es aquí donde Sancho brilla y rompe definitivamente con su tipo de “bobo” convirtiéndose en juicioso gobernador, lo que supone una emotiva forma de participar en el debate de la época sobre la honra alcanzada por la sangre o por los méritos personales.

Miguel de Cervantes

Y nada más por hoy. Feliz semana de estudio. Saludos y ánimo.
—Buen hombre, id tras aquella mujer y quitadle la bolsa, aunque no quiera, y volved aquí con ella.
Y no lo dijo a tonto ni a sordo, porque luego partió como un rayo y fue a lo que se le mandaba. Todos los presentes estaban suspensos, esperando el fin de aquel pleito, y de allí a poco volvieron el hombre y la mujer, más asidos y aferrados que la vez primera, ella la saya levantada y en el regazo puesta la bolsa, y el hombre pugnando por quitársela; mas no era posible, según la mujer la defendía, la cual daba voces diciendo:
—¡Justicia de Dios y del mundo! Mire vuestra merced, señor gobernador, la poca vergüenza y el poco temor deste desalmado, que en mitad de poblado y en mitad de la calle me ha querido quitar la bolsa que vuestra merced mandó darme.
—¿Y háosla quitado? —preguntó el gobernador.
—¿Cómo quitar? —respondió la mujer—. Antes me dejara yo quitar la vida que me quiten la bolsa. ¡Bonita es la niña! ¡Otros gatos me han de echar a las barbas, que no este desventurado y asqueroso! ¡Tenazas y martillos, mazos y escoplos, no serán bastantes a sacármela de las uñas, ni aun garras de leones!: ¡antes el ánima de en mitad de las carnes!
—Ella tiene razón —dijo el hombre—, y yo me doy por rendido y sin fuerzas, y confieso que las mías no son bastantes para quitársela, y déjola.
Entonces el gobernador dijo a la mujer:
—Mostrad, honrada y valiente, esa bolsa.
Ella se la dio luego, y el gobernador se la volvió al hombre y dijo a la esforzada, y no forzada:
—Hermana mía, si el mismo aliento y valor que habéis mostrado para defender esta bolsa le mostrárades, y aun la mitad menos, para defender vuestro cuerpo, las fuerzas de Hércules no os hicieran fuerza. Andad con Dios, y mucho de enhoramala, y no paréis en toda esta ínsula ni en seis leguas a la redonda, so pena de docientos azotes. ¡Andad luego, digo, churrillera, desvergonzada y embaidora!