¡Ponte a prueba! 15/2022 (Solución)

¡Ponte a prueba! 15/2022 (Solución)

Ponte a prueba. Logo Opolengua

Este fin de semana ha sido quizá el más gratificante que he tenido como impulsor del ¡Ponte a prueba! Y debo empezar dando las gracias con verdadera emoción a quienes han dedicado un poquito de su tiempo a escribirme para animarme a seguir. La verdad es que la idea se me ocurrió en 2016 buscando formas amenas de ayudar a quienes se preparan la difícil prueba del comentario de texto. Y desde el principio tuvo éxito convirtiéndose, como algunas personas me han recordado estos días, en una de las señas de identidad de Opolengua. Lógicamente, preparar este acertijo requiere su tiempo de selección y transcripción de los textos, pero merece la pena invertir el tiempo siempre que hagamos una cosa que guste a los demás y a nosotros mismos. Y los datos de participación han sido siempre altos. Así que recibir decenas de mensajes animándome a seguir con la iniciativa aunque finalmente se quite provisionalmente el comentario de las pruebas de oposición, me ha colmado de alegría y orgullo. Máxime cuando muchas de las personas que me han escrito ya son funcionarias y disfrutan igualmente de estos pequeños retos. Así pues, voy a mantener la iniciativa aun dándole nuevas formas para adaptarnos mejor al tiempo que nos ocupa.

Este mismo fin de semana ha habido varias personas que han acertado el texto planteado. José Manuel Serrano Valero y Mercedes Mateos han dado con el autor del texto y María Luisa Platero, David González Garrido, Lydia P. García, Fátima Lastra y Rosa Romero han hecho pleno acertando la obra.

Y es que, efectivamente, se trataba del capítulo XXXIII de Miau, la novela escrita en unas cuantas semanas por Benito Pérez Galdos (1843-1920) y publicada en 1888, analizando el mundo del funcionariado cuando este no dependía de oposiciones, sino del turno político. Precisamente por esto nos pareció curioso elegir este texto ahora, en relación con el Real Decreto.

Y nada más por hoy. Tan solo reiterar mi profundo agradecimiento a quienes han hecho posible que este reto se haya mantenido tantos años y se vaya a seguir manteniendo en el futuro.

Saludos y ánimo.

Por fin, hartos de este charlar incoherente, le echaban con buenos modos, diciéndole: «D. Ramón, usted debiera ir a tomar el aire. Un paseíto por el Retiro le vendría muy bien». Salía rezongando, y en vez de seguir el saludable consejo de oxigenarse, bajaba, mal terciada la capa, y se metía en el Giro Mutuo, donde estaba Montes, o en Impuestos, donde su amigo Cucúrbitas soportaba con increíble paciencia discursos como este: «Te digo en confianza, aquí de ti para mí, que me contento con una plaza de oficial tercero: proponme al Ministro. Mira que siento en mi cabeza unas cosas muy raras, como si se me fuera el santo al cielo. Me entran ganas de decir disparates, y aun recelo que a veces se me salen de la boca. Que me den esos dos meses, o no sé; creo que pronto empezaré a tirar piedras. Ya sabes mi situación; sabes que no tengo cesantía, porque, si bien soy anterior al 45, mi primer destino no fue de Real orden; no entré en plantilla hasta el 46, gracias a D. Juan Martín Carramolino. Bien te acordarás. Tú estabas por debajo de mí; yo te enseñé a poner una minuta en regla. El 54 tú entraste en la Milicia Nacional; yo no quise, porque nunca me ha gustado la bullanga. Ahí tienes el principio de tu buena fortuna y el de mi desdicha. Gracias al morrión te plantaste de un salto en Jefe de Negociado de segunda, mientras yo me estancaba en oficial primero… Parece mentira, Francisco, que el sombrero influya tanto. Pues dicen que Pez debe su carrera nada más que al chisterómetro de alas anchas y abarquilladas que le da un aire tan solemne… Bien recuerdo que tú me decías: ‘Ramón, ponte un chaleco de buen ver, que esto ayuda; gasta cuellos altos, muy altos, muy tiesos, que te obliguen a engallar la cabeza con cierto aire de importancia’. Yo no te hice caso, y así estoy. A Basilio, desde que se encajó la levita inglesa, le empezaron a indicar para el ascenso, y a mí se me antoja que las botas chillonas del amigo Montes, dando a su personalidad un no sé qué de atrevido, insolente y qué se me da a mí, han influido para que avance tanto… Sobre todo el sombrero, el sombrero es cosa esencialísima, Francisco, y el tuyo me parece un perfecto modelo… alto de copa y con hechura de trombón, el ala muy semejante a la canaleja de un cura. Luego esas corbatas que tú te permites. Si me colocan, me pondré una igual… Conque ya sabes: oficial tercero: cualquier cosa: el quid está en firmar la nómina, en ser algo, en que cuando entre yo aquí no me parezca que hasta las paredes lloran compadeciéndome… Francisco, hormiga de esta casa, hazlo por Dios y por tus hijos, tres de los cuales tienes ya bien colocados de aspirantes con cinco mil, sin contar a Urbanito que se calza doce. Si mi mujer fuera Pez en vez de ser rana, ¡ay!, no estaría yo en seco. Parece que lo tenéis en la masa de la sangre, y cuando nacen tus nenes y sueltan el primer lloro de la vida, en vez de ponerles la teta en la boca, les ponen el estado Letra A, Sección octava, del Presupuesto. Adiós, interésate por mí, sácame de este pozo en que me he caído… No quiero molestarte; tienes que hacer. Yo también estoy atareadísimo. Abur, abur».