¡Ponte a prueba! 22/2022

¡Ponte a prueba! 22/2022

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Comienza marzo y nuestro estudio prosigue, sin prisa y sin pausa. Aún nos queda tiempo suficiente para llegar en condiciones óptimas al día D y hemos de aprovecharlo. Y un viernes más, volvemos a plantear nuestro ¡Ponte a prueba!, el acertijo con el que procuramos ofrecer una piedra de toque a las esforzadas personas que preparan la prueba de comentario de texto de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura. Un reto abierto, por supuesto, a todas las personas que aman nuestra literatura y su historia.

Hoy traemos un texto que, tristemente, nos parece de enorme actualidad y cuya autoría no es desconocida en las oposiciones y, por ello, es más susceptible de volver a aparecer antes que otro que no ha aparecido jamás. Es buenísimo reconocer la obra y situar el fragmento dentro de la misma, pero si no es posible, ya sabemos que se puede hacer un gran comentario señalando la época, el movimiento y el género.

Como siempre, se puede participar escribiendo comentarios en la página de Facebook de Opolengua.com (no en la mía personal) hasta el domingo por la noche. Nosotros daremos el lunes la solución del reto y la lista de acertantes.

Durante nuestra conversación advertí que la multitud aumentaba, apretándose más. Componíanla personas de ambos sexos y de todas las clases de la sociedad, espontáneamente venidas por uno de esos llamamientos morales, íntimos, misteriosos, informulados, que no parten de ninguna voz oficial, y resuenan de improviso en los oídos de un pueblo entero, hablándole el balbuciente lenguaje de la inspiración. La campana de ese arrebato glorioso no suena sino cuando son muchos los corazones dispuestos a palpitar en concordancia con su anhelante ritmo, y raras veces presenta la historia ejemplos como aquel, porque el sentimiento patrio no hace milagros sino cuando es una condensación colosal, una unidad sin discrepancias de ningún género, y por lo tanto una fuerza irresistible y superior a cuantos obstáculos pueden oponerle los recursos materiales, el genio militar y la muchedumbre de enemigos. El más poderoso genio de la guerra es la conciencia nacional, y la disciplina que da más cohesión el patriotismo.
Estas reflexiones se me ocurren ahora recordando aquellos sucesos. Entonces, y en la famosa de que me ocupo, no estaba mi ánimo para consideraciones de tal índole, mucho menos en presencia de un conflicto popular que de minuto en minuto tomaba proporciones graves. La ansiedad crecía por momentos: en los semblantes había más que ira, aquella tristeza profunda que precede a las grandes resoluciones, y mientras algunas mujeres proferían gritos lastimosos, oí a muchos hombres discutiendo en voz baja planes de no sé qué inverosímil lucha.