¡Ponte a prueba! 27/2022 

¡Ponte a prueba! 27/2022 

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Hoy es Viernes de Dolores y eso quiere decir que comienza la Semana Santa. Es un tiempo adecuado para el descanso y también para el estudio y así habrá personas que elegirán una de estas dos opciones y otras que repartan tiempo o días entre las dos. Nosotros en todo caso, vamos a optar por el descanso y no publicaremos ninguna nueva entrada hasta el lunes 18 de abril en que daremos la solución de nuestro ¡Ponte a prueba!, el acertijo con el que desde hace seis años acompañamos semana a semana a los opositores de Lengua Castellana y Literatura para ayudarles a preparar de forma amena la siempre temida prueba de comentario. Al acertijo también puedes sumarse todas las personas, que son muchas, de nuestra lengua y literatura.

Hoy traemos un texto que ya ha aparecido en las oposiciones en varias ocasiones y por el que yo guardo un enorme cariño. En mis primeros años como profesor, allá por 1994, dando 3º de BUP, yo tuve un curso de extraordinarios alumnos con el que pude leerlo y estudiarlo muy a gusto. Creo que son las clases de literatura que yo he disfrutado más en la educación secundaria. Desgraciadamente, parece que no hay mucha intención en el Ministerio de Educación de resucitar aquella asignatura de Literatura (separada por supuesto de la lengua) y mucho menos de crear un sistema educativo como el de entonces. Lástima para los profesores y los alumnos.

Nosotros nos contentaremos, por tanto, con seleccionarlo y disfrutar de él en este acertijo. Como siempre, la idea es reconocer la obra y situar el fragmento. Pero siempre se puede hacer un gran comentario si somos capaces de señalar razonadamente (y aquí se puede) el género, el movimiento y la época de la composición.

Como siempre, se puede participar escribiendo comentarios en la página de Facebook de Opolengua.com (no en la mía personal) hasta el domingo por la noche. Nosotros daremos el lunes la solución del reto y la lista de acertantes.

Y nada más por hoy. Feliz Semana Santa. Saludos y ánimo.

«¡Y venía descalza! ¡Los pies blanquísimos, desnudos, admirados y compadecidos por multitud inmensa!». Esto era para la de Fandiño el bello ideal de la coquetería. Jamás sus desnudos hombros, sus brazos de marfil sirviendo de fondo a negro encaje bordado y bien ceñido; jamás su espalda de curvas vertiginosas, su pecho alto y fornido, y exuberante y tentador, habían atraído así, ni con cien leguas, la atención y la admiración de un pueblo entero, por más que los luciera en bailes, teatros, paseos y también procesiones… ¡Toda aquella carne blanca, dura, turgente, significativa, principal, era menos por razón de las circunstancias, que dos pies descalzos que apenas se podían entrever de vez en cuando debajo del terciopelo morado de la nazarena! […] «¿Cuándo llegará?» preguntaba la viuda, lamiéndose los labios, invadida de una envidia admiradora, y sintiendo extraños dejos de una especie de lujuria bestial, disparatada, inexplicable por lo absurda. Sentía Obdulia en aquel momento así… un deseo vago… de… de… ser hombre.
Hombre era, y muy hombre, el maestro de escuela Vinagre, don Belisario, que se disfrazaba de Nazareno en tan solemne día, según costumbre inveterada y era el más terrible Herodes de primeras letras los demás días del año. Todos los chiquillos de su escuela, que le aborrecían de corazón, se agolpaban en calles, plazas y balcones, a ver pasar al señor maestro, con su cruz de cartón al hombro y su corona de espinas al natural, que le pinchaban efectivamente, como se conocía por el movimiento de las cejas y la expresión dolorosa de las arrugas de la frente. Deseaban los muchachos cordialmente que aquellas espinas le atravesasen el cráneo. El entierro de Cristo era la venganza de toda la escuela.