Hoy es Lunes de Pascua y eso quiere decir que es fiesta en Aragón, la Comunidad Valenciana, Cataluña o Baleares y sus docentes y discentes disfrutan de la tradicional mona. Finaliza la Semana Santa para una parte de España y prosigue para otra. Nosotros nos reincorporamos al trabajo de forma plena, aunque ya publicamos el miércoles el análisis sobre el importante RD 270/2022 que regirá las próximas oposiciones. Iniciamos la semana con la publicación de la solución y la relación de acertantes de nuestros ¡Ponte a prueba!, el acertijo con el que desde hace seis años retamos de forma amable a las nobles y esforzadas personas que preparan la prueba de comentario de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura.
Habíamos elegido un texto relacionado con la Semana Santa y perteneciente a una magnífica obra, que era una de las piezas estelares de la antigua asignatura de Literatura de 3º de BUP, antes de que se produjera la fusión Lengua-Literatura de la LOGSE a partir de 1991. Y un texto tan importante en la historia de la literatura hispana tenía que alcanzar unas altas cotas de reconocimiento, tal y como ha sucedido, pues los participantes en el reto han mostrado un gran dominio de esta obra genial, para muchas personas, la más importante de la literatura en español, tan solo detrás del Quijote.
Y así, José Manuel Serrano Valero, Mónica Sánchez García, Lydia P García y Rafael Robledo Simón han reconocido perfectamente la obra situándola en su tiempo y movimiento literario. Sara Piélagos Martín, Mercedes Mateos y Mamen Moreno incluso reconocen y sitúan acertadamente el fragmento, lo cual es magnífico en un examen de oposición. Así pues, ¡enhorabuena a todos ellos y ojalá que el día D tengan la misma suerte!
Y es que, efectivamente, se trataba de un fragmento del capítulo XXVI de La Regenta (1884) de Leopoldo Alas Clarín (1852-1901), exactamente cuando Ana Ozores participa descalza en la procesión para mayor gloria del Magistral, ya cerca del desenlace de la impresionante novela.
Y nada más por hoy. Feliz semana de estudio. Saludos y ánimo.
«¡Y venía descalza! ¡Los pies blanquísimos, desnudos, admirados y compadecidos por multitud inmensa!». Esto era para la de Fandiño el bello ideal de la coquetería. Jamás sus desnudos hombros, sus brazos de marfil sirviendo de fondo a negro encaje bordado y bien ceñido; jamás su espalda de curvas vertiginosas, su pecho alto y fornido, y exuberante y tentador, habían atraído así, ni con cien leguas, la atención y la admiración de un pueblo entero, por más que los luciera en bailes, teatros, paseos y también procesiones… ¡Toda aquella carne blanca, dura, turgente, significativa, principal, era menos por razón de las circunstancias, que dos pies descalzos que apenas se podían entrever de vez en cuando debajo del terciopelo morado de la nazarena! […] «¿Cuándo llegará?» preguntaba la viuda, lamiéndose los labios, invadida de una envidia admiradora, y sintiendo extraños dejos de una especie de lujuria bestial, disparatada, inexplicable por lo absurda. Sentía Obdulia en aquel momento así… un deseo vago… de… de… ser hombre.
Hombre era, y muy hombre, el maestro de escuela Vinagre, don Belisario, que se disfrazaba de Nazareno en tan solemne día, según costumbre inveterada y era el más terrible Herodes de primeras letras los demás días del año. Todos los chiquillos de su escuela, que le aborrecían de corazón, se agolpaban en calles, plazas y balcones, a ver pasar al señor maestro, con su cruz de cartón al hombro y su corona de espinas al natural, que le pinchaban efectivamente, como se conocía por el movimiento de las cejas y la expresión dolorosa de las arrugas de la frente. Deseaban los muchachos cordialmente que aquellas espinas le atravesasen el cráneo. El entierro de Cristo era la venganza de toda la escuela.