¡Ponte a prueba! 30/2022 (Solución)

¡Ponte a prueba! 30/2022 (Solución)

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Nuevamente es lunes y comienza la semana de estudio. Y para nosotros es el día en que publicamos la solución de nuestro ¡Ponte a prueba!, el reto con el que acompañamos semana a semana desde 2016 a las valientes personas que preparan con esfuerzo y tesón la siempre temida prueba de comentario de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura.

Decíamos el viernes pasado que hay que prestar siempre mucha atención a los textos que caen en las oposiciones porque nos dan una pista de lo que puede volver a suceder, porque, de hecho, ya ha sucedido. Me acuerdo de que mi abuelo me decía que en la guerra muchos soldados se echaban en el hueco que dejaba un obús en la creencia de que ahí no podía caer otro. Y es justamente lo contrario. Si ha caído es que es posible que vuelva a caer porque ya se ha demostrado que es posible. Por ello, el texto de este viernes tenía su interés porque un texto de esta obra cayó en las últimas oposiciones.

Como siempre, ha habido acertantes. José Manuel Serrano Valero ha señalado acertadamente su época y sus rasgos líricos del texto aún dentro del género narrativo. Verónica Prezioso ha afinado al señalar su pertenencia al género del micro-relato. Y David González Garrido y Rafael Robledo Simón han hecho pleno, pues han reconocido el título de la obra y su autoría. ¡Enhorabuena a todos ellos y ojalá que el día D tengan la misma fortuna!

Y es que, efectivamente, se trataba del cuento “El niño al que se le murió el amigo” de la escritora Ana María Matute (1925-2014) perteneciente a su obra Los niños tontos, colección de veintiún cuentos publicada en 1956, en cuya precisa prosa aparecen el simbolismo y el lirismo de forma constante como este mismo cuento muestra.

Y nada más por hoy. Mañana volveremos con nuestro artículo de análisis de la situación de las oposiciones. Feliz semana de estudio. Saludos y ánimo.

Una mañana se levantó y fue a buscar al amigo, al otro lado de la valla. Pero el amigo no estaba, y, cuando volvió, le dijo la madre:
-El amigo se murió. Niño, no pienses más en él y busca otros para jugar.
El niño se sentó en el quicio de la puerta, con la cara entre las manos y los codos en las rodillas. «Él volverá», pensó. Porque no podía ser que allí estuviesen las canicas, el camión y la pistola de hojalata, y el reloj aquel que ya no andaba, y el amigo no viniese a buscarlos. Vino la noche, con una estrella muy grande, y el niño no quería entrar a cenar.
-Entra, niño, que llega el frío -dijo la madre.
Pero, en lugar de entrar, el niño se levantó del quicio y se fue en busca del amigo, con las canicas, el camión, la pistola de hojalata y el reloj que no andaba. Al llegar a la cerca, la voz del amigo no le llamó, ni le oyó en el árbol, ni en el pozo. Pasó buscándole toda la noche. Y fue una larga noche casi blanca, que le llenó de polvo el traje y los zapatos. Cuando llegó el sol, el niño, que tenía sueño y sed, estiró los brazos y pensó: «Qué tontos y pequeños son esos juguetes. Y ese reloj que no anda, no sirve para nada». Lo tiró todo al pozo, y volvió a la casa, con mucha hambre. La madre le abrió la puerta, y dijo: «Cuánto ha crecido este niño, Dios mío, cuánto ha crecido». Y le compró un traje de hombre, porque el que llevaba le venía muy corto.
FIN