El caso real de una opositora
En esta época, ya con dos meses de estudio a las espaldas, es común que nos podamos sentir desanimados, agobiados, porque no podemos seguir a rajatabla el plan de estudio que nos habíamos marcado. Recuerdo una opositora a la que una serie de vicisitudes personales habían impedido que durante un par de semanas estudiara y repasara y al volver a la oposición se había dado cuenta de que muchos aspectos de los temas parecían habérsele olvidado, por lo que se sentía muy preocupada, notaba que rendía mucho menos y que las jornadas de estudio eran menos productivas.
Debajo de esta sencilla anécdota está el problema más importante, la situación más dolorosa a la que nos enfrentamos como opositores, porque es la única que puede hacernos abandonar, la única que, si no es tratada, puede derrotarnos para siempre: el desánimo. No cabe la menor duda de que estos son los momentos más duros por los que pasa un opositor.
El virus de la inseguridad de los opositores forma espirales negativas
Nuestra opositora se encontraba en lo que yo denomino una espiral negativa. Recibimos un golpe en el estudio por la razón que sea: estamos un par de semanas sin estudiar, recibimos una corrección en la que se nos detectan fallos importantes, encontramos dificultades en algún aspecto de la preparación que nos parecen insalvables o nos damos cuenta de que no podremos cumplir con el plan que nos habíamos fijado.
¿Somos nosotros el problema?
¿Y qué nos pasa? Que interpretamos estos datos negativos como una enmienda a la totalidad. No es que un aspecto parcial vaya mal y tenga mejora, sino que quizá es que nosotros no sirvamos como opositores. No es que tengamos un problema, sino que pensamos que nosotros somos el problema. Nuestro “yo opositor” tiene una fisura (o varias) y toda nuestra estructura parece resquebrajarse, incluso amenazando con romperse, obligándonos a dejar las oposiciones.
Se nos comunican defectos a mejorar y la inseguridad, como un asqueroso gusano, empieza a roer nuestro organismo opositor. Si no paramos ese proceso con medidas concretas, no nos quepa duda, acabaremos abandonando, así que es conveniente comunicarlas y compartirlas con nuestros apoyos para que nos ayuden en la gestión del problema. Tenemos el correo, el whatsapp y el teléfono para comunicar nuestra situación afectiva. Y yo te ruego que si ese virus ha entrado en ti, me lo hagas saber inmediatamente.
Esta inseguridad es mayor, lógicamente, en quienes no trabajan como interinos todavía, pues en ese caso no estamos seguros de nada, no sabemos si “serviremos”, si “seremos dignos” de que el Estado confíe en nosotros para dirigir una clase. Como decía antes, el desánimo, no nos quepa duda, es el mayor problema al que nos podemos enfrentar como opositores y por ello debe ser tratado con urgencia y gravedad porque es una vía de agua en nuestra embarcación y si no se trata irá a peor.
A grandes problemas, grandes remedios: No podemos mirar hacia otro lado
Lo primero que hay que pensar cuando nos encontramos en esta situación es que no podemos mirar hacia otro lado. Hemos tenido un problema y hay que afrontarlo. No podemos dejar la suciedad escondida en nuestro interior, porque en el fondo sabemos que esa falla está ahí y nos carcomerá día a día o cíclicamente. No podemos mirar hacia otro lado, porque de esta forma además no arreglaremos el problema. El agua seguirá entrando en nuestra nave.
Identificar al problema y aislarlo fuera de nosotros
Lo segundo que hay que hacer es identificar con claridad el problema y aislarlo. Ya dice el axioma “divide y vencerás” y, por tanto, de lo que se trata es de dividir lo que parece un “fallo general del sistema”, una debilidad esencial de nuestro “yo opositor” para ponerlo en sus justos términos: un problema concreto. O varios problemas concretos, que es lo normal. Podemos, por ejemplo, tener problemas con cuestiones ortográficas como los signos de puntuación, podemos tener problemas con la limpieza de nuestros exámenes, podemos tener problemas con los repasos de los temas o con la cantidad de tiempo que dedicamos a estudiar cada tema. Cuanto más puntillosa y exigente sea la persona externa que nos ayuda, más útil nos resultará (siempre y cuando nos ayude a encontrar soluciones, claro). Se trata en realidad de externalizar el problema. El problema deja de formar parte de nuestra esencia para ser algo externo a nosotros, un organismo ajeno al que hay que combatir y vencer. Este paso es muy importante porque determinará que no nos sintamos mal y nos animará a combatir. Si el problema llega a convencernos de que el problema somos nosotros mismos, estamos al borde del abandono. La embarcación empieza a ser ingobernable.
Comprender las causas del problema
Lo tercero que hay que hacer, ya identificado y externalizado el problema, es intentar comprender cuáles son las causas que lo han determinado. ¿Por qué tardo tanto en estudiar o en repasar? ¿Por qué tengo errores ortográficos en los exámenes? Se trata ahora de ser lo más objetivo posible reflexionando profundamente sobre los elementos que pueden estar detrás del problema para luego darles solución.
La ayuda de Opohispania
Lógicamente, en las correcciones siempre procuramos dar cauces de solución a los problemas que detectamos para ayudar en la dirección correcta, para invertir los esfuerzos donde hay que ponerlos.
Buscar soluciones reales y posibles
Y ahora, identificadas las causas, se trata de poner soluciones. Hay que buscar soluciones reales y posible. Por ejemplo, si tengo problemas ortográficos, a lo mejor es que no domino las normas ortográficas. Pues la solución es conocerlas y luego aplicarlas. Habrá que dedicar un tiempo a resolver el problema y a cerciorarse de que todo se ha solventado. Pero ese tiempo es imprescindible porque no podemos dejar el problema sin resolver. En otras ocasiones, el fallo puede estar en que nos hemos equivocado al realizar el plan de estudio y se trata de asumir de que ya no seremos capaces de estudiar tantos temas como creíamos. La solución pasará por modificar el plan y asumir psicológicamente la nueva situación.
La solución que le dimos a esta opositora
En el caso que nos ocupaba, el problema de la opositora consistía en que se había dado cuenta de que se le habían olvidado muchas cosas al no repasar los temas. Y ahora estaba frustrada porque todos los temas que con tanto esfuerzo había acumulado, estaban al borde del olvido. Yo le dije que pusiera las cosas en positivo. La causa estaba clara: al no repasar se había producido el olvido. También le aporte una solución: no dejar de repasar ninguna semana. Y es que esa es una tremenda lección: el repaso es la actividad fundamental de un opositor, porque es lo que impide que vayamos hacia atrás. Esto hay que grabarlo a fuego en nuestras cabezas. Le ofrecimos una solución realista, porque me había dicho que eso era posible. La positivización de la situación también era posible. Yo le pregunté: “¿qué hubiera pasado si en vez de dejar de repasar ahora cuando llevamos muy pocos temas, te hubieras dado cuenta dentro de tres o cuatro meses? ¿Acaso no sería peor haber olvidado muchos más temas?”. La idea es darnos cuenta de que de ese error somos capaces de extraer una enseñanza, un valor que ya nos acompañará toda la vida. Se aprende del error, se convierte el dolor en crecimiento.
Positivizar los errores es la gran lección de vida
Observemos, por tanto, como una situación negativa ha sido revertida, convertida en una palanca de crecimiento. Lo que amenazaba con acabar con nuestra seguridad personal se ha convertido en lo contrario, pues hemos sido capaz de gestionar con éxito un problema, lo que contribuirá a darnos más seguridad en nosotros mismos ya que hemos vencido. Si conseguimos esto, podremos aplicar esta circunstancia a todas las esferas de nuestra vida. Lo fundamental es fortalecernos cuando ocurren cosas negativas, utilizarlas como palanca de crecimiento personal y de aprendizaje. Ese es el gran reto que tenemos como opositores y como personas. Esta es la grandeza de las oposiciones, que nos permiten recibir lecciones de vida cada día.
Y por todo ello, no nos quepa duda, lo vamos a conseguir. Saludos, ánimo y a por la plaza.