Ponte a prueba 18/2023 (Solución)

Ponte a prueba 18/2023 (Solución)

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Como cada lunes, iniciamos la semana con nuestro ¡Ponte a prueba!, el acertijo con el que retamos a las nobles y valientes personas que preparan la difícil prueba del comentario de texto de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura ofreciéndoles una piedra de toque donde calibrar su competencia literaria.

El viernes decíamos que se trataba de un texto interesante y que considerábamos que podría aparecer en las próximas oposiciones en alguna comunidad autónoma. Y esto debido a su éxito editorial, al hecho de que en las últimas convocatorias hayan sido elegidos más textos de escritoras que en el pasado y a la riqueza de comentario que puede suscitar la variedad empleada en el texto, sobre todo en la Canarias.

En esta ocasión ha habido menos participación, quizá por la dificultad que el texto entrañaba, pero ha habido dos participantes que han hecho pleno: Álvaro Lag y Antonio Parrales. ¡Enhorabuena y ojalá que el día D tengan la misma suerte!

Y es que, efectivamente, se trataba de un fragmento de la novela Panza de burro (2020) de Andrea Abreu (1995).

Y nada más por hoy. Mañana volveremos con nuestro artículo de fondo, analizando alguna convocatoria de las surgidas en las últimas semanas.

Saludos y ánimo. ¡A por la plaza!

Doña Carmen, usté hace sopa magi, la de sobre?, le dijo Isora a la vieja. No, miniña, por qué? Dice mi abuela que la sopa magi es sopa de putas. Ah miniña, pues no sé. Yo la sopa que hago la hago de las gallinas que yo tengo. Doña Carmen estaba virada de la cabeza pero era buena. Casi todo el mundo la despreciaba, porque, como decía abuela, tenía cosas de guárdame un cachorro. Doña Carmen se olvidaba de casi todas las cosas, pasaba largas horas caminando y repitiendo rezados que nadie conocía, tenía un perro con los dientes de abajo salidos pafuera, salidos pafuera como los de un camello. Perro sato, perro sato, jala y que te cargue el diablo, le decía. A veces le posaba la mano sobre la cabeza con cariño, otras le gritaba juite, perro, juite, perro del demonio. Doña Carmen lo olvidaba casi todo pero era una mujer generosa. Le gustaba que Isora la visitara. Vivía por debajo de la iglesia, en una casita de piedras pintadas de blanco con la puerta pintada de verde y las tejas viejas y llenas de mujo y de lagartos y de lonas de zapatos viejos traídos de Caracas, Venezuela, y de verodes grandes como arbolitos. Doña Carmen lo olvidaba todo menos pelar las papas, eso sí sabía, las pelaba en círculos, las ponía de canto y con un cuchillo con el cabo de madera les sacaba la cáscara como un collar enorme. Doña Carmen hacía papas fritas con güevos para merendar. Isora le llevaba las papas y los güevos de la venta de la abuela y ella guardaba un poquito pa la merienda de Isora. Guardaba un poquito pa la merienda de Isora y si yo iba pues también me daba. Me daba, pero a mí doña Carmen no me quería tanto como quería a Isora, eso ya yo lo sabía. Isora sabía hablar con las viejas. Yo me limitaba a escuchar lo que se decían. Ustedes quieren un fisquito café, misniñas? A mí no me dejan beber café, le respondí. Yo sí, un fisquito, dijo Isora. Un fisquito namás. Ella siempre un fisquito namás. Lo probaba todo. Una vez comió comida de perro de la que había en la venta para saber lo que se sentía. Ella lo probaba todo y después si era necesario lo vomitaba. Yo tenía miedo de que mis padres me olieran el café de la boca y me arrestaran, pero Isora nunca tenía miedo. No tenía miedo aunque la abuela la amenazara con meterle un leñazo. Ella pensaba que la vida solo era una vez y que había que probar un fisquito siempre que se pudiese. Y un fisquito de anís, miniña? Un fisquito namás. Un fisquito namás. Un fisquito namás, decía.