Esta semana ha sido intensa pues hemos creado nuevos archivos de secuenciación, metodología y anexos para quienes siguen nuestro Curso de Programación LOMLOE. Pero hoy es nuevamente viernes y nosotros cerramos la semana de estudio (pues mañana es día de repaso; siempre necesario, pero más relajado) con nuestro ¡Ponte a prueba!, el amable acertijo con el que desde 2016 queremos ayudar a quienes se presentan a las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura a preparar la decisiva y exigente prueba del comentario de texto, una ocasión en la que hemos de comentar un texto con la única ayuda de nuestro bagaje literario. El reto está abierto, como siempre, a las personas que aman nuestra lengua y literatura en todo el mundo.
Hoy traemos un texto que, inicialmente, es más difícil que el de la pasada semana. Creo que su autoría resultará difícil de determinar y yo, de hecho, no la acerté en 1996. Y a pesar de ello obtuve la nota de comentario más alta de mi tribunal de Madrid. De hecho, hemos elegido el texto, además de por su calidad, para demostrar que se puede obtener una nota alta en un comentario si somos capaces de explicar su contenido con precisión, lo relacionamos con su forma y adscribimos razonadamente el texto a una época, un género y un movimiento determinado. Incluso, si la argumentación es muy buena, podemos obtener una nota alta adscribiéndolo erróneamente, como fue mi caso.
Como siempre, puedes participar escribiendo comentarios en la página de Facebook de opolengua.com (no en la mía personal) hasta el domingo por la noche. Obviamente, la gracia está en escribir los comentarios sin leer los anteriores y sin acudir a internet para ayudarnos en la resolución del reto, pues el día D no habrá más ayuda que nuestro bagaje. Nosotros daremos el lunes la solución del reto y la lista de acertantes.
El paisaje recuerda esas estampas de la guerra, que publican los periódicos gráficos, obtenidas después de un bombardeo, interiores de casas a medio demoler, trozos de alcoba, en las que miles de seres ignorados habrán amado y muerto oscuramente, y que dejan ver su empapelado de un rosa tierno como una desnudez. Toda una intimidad brutalmente violada que no puede mirarse sin algo de rubor y piedad. Esa piqueta nihilista que ha herido de muerte el viejo barrio ha herido también en cierto modo nuestra carne. ¡Cuántos besos nuestros, cuántas caricias locas de nuestra juventud sin amor no han quedado ahí sepultadas bajo los escombros! ¿Qué habrá sido de aquella muchacha que como una cariátide en la puerta de aquella casa de la Travesía del Carbón nos llamaba al pasar, sonriendo como una novia?… Voy haciendo mentalmente la elegía del viejo barrio doloroso e infame, en tanto paseo lentamente al borde de las inmensas zanjas, abiertas para los cimientos de la nueva calle, por encima de las cuales el pensamiento se remonta al porvenir. De ahí, de esas zanjas, de sus entrañas profundas, maternales, brotarán soberbios edificios, pequeños rascacielos, estilo Nueva York, teatros, cines, bazares magníficos y suntuosos. Pero, por el momento ese espléndido porvenir es sólo un sueño vago y lo que ven los ojos son únicamente esas simas tremendas semejantes a fosas de cementerio como para enterrar a todo una población epidemiada… dijérase que sobre ellas revolotean los ángeles de la Muerte.
-¿También usted ha venido a curiosear? – Suena una voz bronca a mi lado. Me vuelvo y… es Cubero, el filósofo hampón, sucio y desharrapado como siempre, y como siempre, cargado de librotes y periódicos atrasados… Se diría el genio de estas ruinas.
Guiñando sus ojillos con una siniestra alegría, nihilista, me dice: -¿Verdad que esto está bien? La piqueta es algo magnífico, como las bombas de los anarquistas… Da gusto ver tantos escombros… Los cronistas sentimentales lloran tinta, por que ya no existe el Café Habanero… ¡Cipote!, ese lugar de juergas para señoritos y grifas… Pero, ¿a mí qué me importa el Habanero, si no tenía perras para ir a él?… ¡Todavía el cafetín de la calle del Carbón!… Allí sí podía uno alguna vez tomarse un chocolate con buñuelos o porras… Pero, ¡no hay pocos cafetines todavía por los barrios bajos!…
Cubero se inclina sobre las zanjas, las sondea con los ojos y parece estremecerse de placer. Si fuese un perro, movería la cola.
-Vea usted…, es magnífico… Qué fosas tan a propósito para enterrar en ellas a tantos cretinos de burgueses de ateneístas, de poetastros con dinero y sin talento… Aquí cabrían todos esos idiotas cursis que están tan huecos porque Madrid va a tener su Gran Vía… Edificios soberbios, hoteles lujosos, etcétera. ¡Pero a mí qué me importa todo eso! Yo como en los refugios y duermo en los desmontes… ¡Nos ha fastidiado! Yo lo que quisiera es que la piqueta derribara no solo este barrio, sino todo Madrid…, y no dejase más que una inmensa fosa, para echar en ella a todos los burgueses de la política y la literatura… A los Azorines y los Baroja y los Unamuno… a todos esos sabios oficiales catedráticos y profesores como Ortega y Gasset, que viven bien y chupan de la nómina y pasan por sabios porque tienen un título…
-Usted también lo tiene…, ¿no es usted abogado?
-Sí, para lo que me vale.
Y nada más por hoy. Saludos y ánimo.