Hoy es lunes y comenzamos nuestra semana en www.opolengua.com con la solución de nuestro¡Ponte a prueba!, el acertijo con el que intentamos servir de piedra de toque a las nobles y abnegadas personas que preparan las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura en su decisiva prueba del comentario de texto.
Ya señalábamos el viernes que nuestro texto de esta semana había aparecido varias veces en las oposiciones. Y es normal. Se trata de una obra que desde los años ochenta a lectura obligatoria en el viejo COU y que se ha mantenido como tal en 2º de Bachillerato en muchas comunidades. Es una obra, por tanto, de obligado dominio. Decíamos además que su dominio es muy importante para poder comentar el texto, pues está íntimamente relacionado con las teorías filosóficas irracionalistas que profesó su inolvidable autor.
Y así, José Manuel Serrano Valero, Eva López Santuy e Isidro Ruiz de Osma aciertan al situarlo en el periodo finisecular y adscribirlo a la generación del 98. Verónica Prezioso, San BG y Lydia P García hacen pleno al acertar con la obra y el autor. ¡Enhorabuena a todos ellos y ojalá que el día D tengan la misma fortuna!
Y es que se trataba de un fragmento del capítulo I “Comentario a lo pasado” de la Quinta Parte de El árbol de la ciencia (1911) de don Pío Baroja (1972-1956), cuando Andrés Hurtado tiene un nuevo diálogo con su tío tras volver de Alcolea, donde ha ejercido como médico.
Y nada más por hoy. Mañana volveremos con nuestro artículo de fondo. Saludos y ánimo.
—Ah, claro. ¿En dónde un pueblo del campo será un conjunto de gente con conciencia? ¿En Inglaterra, en Francia, en Alemania? En todas partes el hombre en su estado natural es un canalla, idiota y egoísta. Si ahí, en Alcolea, es una buena persona, hay que decir que los alcoleanos son gente superior.
—No digo que no. Los pueblos como Alcolea están perdidos porque el egoísmo y el dinero no está repartido equitativamente; no lo tienen más que unos cuantos ricos; en cambio, entre los pobres no hay sentido individual. El día que cada alcoleano se sienta a sí mismo y diga “no transijo”, ese día el pueblo marchará hacia adelante.
—Claro; pero para ser egoísta hay que saber; para protestar hay que discurrir. Yo creo que la civilización le debe más al egoísmo que a todas las religiones y utopías filantrópicas. El egoísmo ha hecho el sendero, el camino, la calle, el ferrocarril, el barco, todo.
—Estamos conformes. Por eso indigna ver a esa gente, que no tiene nada que ganar con la maquinaria social que, a cambio de cogerle al hijo y llevarlo a la guerra, no les da más que miseria y hambre para la vejez, y que aun así la defienden.
—Eso tiene una gran importancia individual, pero no social. Todavía no ha habido una sociedad que haya intentado un sistema de justicia distributiva, y, a pesar de eso, el mundo no digamos que marcha, pero al menos se arrastra y las mujeres siguen dispuestas a tener hijos.
—Es imbécil.
—Amigo, es que la naturaleza es muy sabía. No se contenta sólo con dividir a los hombres en felices y en desdichados, en ricos y pobres, sino que da al rico el espíritu de la riqueza, y al pobre el espíritu de la miseria. Tú sabes cómo se hacen las abejas obreros; se encierra a la larva en un alveolo pequeño y se le da una alimentación deficiente. La larva ésta se desarrolla de una manera incompleta, es una obrera, una proletaria que tiene el espíritu del trabajo y de la sumisión. Así sucede entre los hombres, entre el obrero y el militar, entre el rico y el pobre.