Estamos a cuatro semanas de las oposiciones y eso nos imprime una enorme carga de tensión que debemos contener y encauzar de forma positiva para rendir al máximo en las tareas que nos quedan pendientes. Pero, además, hoy es viernes y eso quiere decir que se inicia el fin de semana y es el día en que en www.opolengua.com ofrecemos una nueva entrega de nuestro ¡Ponte a prueba!, ese reto que facilita a las nobles y valientes personas que preparan las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura en su prueba de comentario una piedra de toque en la que medir su competencia literaria. Como siempre decimos, se trata de una prueba amable y abierta a los españoles de ambos hemisferios y a todas las personas del mundo que disfrutan con nuestra literatura.
Hoy traemos un texto que perfectamente podría aparecer en las oposiciones, por lo que reconocer obra y autoría o adscribirlo a su época, su género y su movimiento literario bien podría ser el reto real con el que enfrentarse el día D, en el ya cercano junio.
Como siempre, puedes participar escribiendo comentarios en la página de Facebook de opolengua.com (no en la mía personal) hasta el domingo por la noche. Como siempre también, las normas para participar en el reto son escribir los comentarios sin leer los anteriores y no consultar internet para resolver el enigma, pues el día D no tendremos más apoyo que nuestra propia sabiduría. Nosotros daremos la solución del acertijo y la lista de acertantes el lunes.
Y nada más por hoy. Saludos y ánimo.
Hice fuego repetidas veces, al principio muy torpemente, y después con algún acierto, procurando siempre dirigir los tiros a algún francés claramente destacado de los demás. Entre tanto, y sin cesar en mi faena, oí la voz del amolador que apagándose por grados decía: «Adiós, Madrid, ya me encandilo… Gabriel, apunta a la cabeza. Juancho que ya estás tieso, allá voy yo también: Dios sea conmigo y me perdone. Nos quitan el parque; pero de cada gota de esta sangre saldrá un hombre con su fusil, hoy, mañana y al otro día. Gabriel, no cargues tan fuerte, que revienta. Ponte más adentro. Si no tienes navaja, búscala, porque vendrán a la bayoneta. Toma la mía. Allí está junto a la pierna que perdí… ¡Ay!, ya no veo más que un cielo negro. ¡Qué humo tan negro! ¿De dónde viene ese humo? Gabriel, cuando esto se acabe, ¿me darás un poco de agua? ¡Qué ruido tan atroz!… ¿Por qué no traen agua? ¡Agua, Señor Dios Poderoso! ¡Ah!, ya veo el agua; ahí está. La traen unos angelitos; es un chorro, una fuente, un río…».
Cuando me aparté de allí, Chinitas ya no existía. La debilidad de nuestro centro de combate me obligó a unirme a él, como lo hicieron los demás. Apenas quedaban artilleros, y dos mujeres servían la pieza principal, apuntaban hacia la calle Ancha. Era una de ellas la Primorosa, a quien vi soplando fuertemente la mecha, próxima a extinguirse.
-Mi general -decía a Daoíz-. Mientras su merced y yo estemos aquí, no se perderán las Españas ni sus Indias… Allá va el petardo… Venga ahora acá el destupidor. Cómo rempuja pa tras este animal cuando suelta el tiro. ¡Ah! ¿Ya estás aquí, Tripita? -gritó al verme-. Toca este instrumento y verás lo bueno.