Tras la noche electoral, siempre interesante pues nos dice quienes van a ser nuestros patrones (los políticos de cada autonomía), llega una nueva e importantísima semana de estudio. Según se acerca el día D resulta más importante a qué dedicamos nuestro tiempo. Los días siguen teniendo veinticuatro horas y es preciso apuntalar aquellos aspectos que resulte imprescindible llevar preparados. También es lunes y eso quiere decir que es el día en que publicamos la solución de nuestro ¡Ponte a prueba!, el reto con el que desde 2016 ayudamos a las nobles personas que preparan las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura en su siempre temida prueba de comentario de texto..
El viernes decíamos que el texto podría ser difícil de identificar. Pertenece a una época en la que la producción literaria cayó en picado, debido seguramente al cambio de dinastía en España y a la critica a la literatura del XVII.
Sin embargo, afortunadamente, han sido varias las personas que han dado con la clave del ejercicio. Y así, Eva López Santuy señala acertadamente el género. Y María Pilar Carbonero Muñoz, Verónica Prezioso, Irene McConaughey y Fátima Gómez reconocen obra y autor, por lo que hacen pleno. ¡Enhorabuena a todas ellas y ojalá que el día D tengan la misma fortuna!
Y es que, efectivamente, se trataba de la Carta XXXV, que Gazel envía Ben-Beley perteneciente a las Cartas Marruecas (publicadas póstumamente en 1789) de José Cadalso (1741-1782).
Y nada más por hoy. Mañana volveremos con nuestro artículo de fondo. Saludos y ánimo.
En España, como en todas partes, el lenguaje se muda al mismo paso que las costumbres; y es que, como las voces son invenciones para representar las ideas, es preciso que se inventen palabras para explicar la impresión que hacen las costumbres nuevamente introducidas. Un español de este siglo gasta cada minuto de las veinticuatro horas en cosas totalmente distintas de aquellas en que su bisabuelo consumía el tiempo; éste, por consiguiente, no dice una palabra de las que al otro se le ofrecían. -Si me dejan hoy a leer -decía Nuño- un papel escrito por un galán del tiempo de Enrique el Enfermo refiriendo a su dama la pena en que se halla ausente de ella, no entendería una sola cláusula, por más que estuviese escrito de letra excelente moderna, aunque fuese de la mejor de las Escuelas Pías. Pero en recompensa ¡qué chasco llevaría uno de mis tatarabuelos si hallase, como me sucedió pocos días ha, un papel de mi hermana a una amiga suya, que vive en Burgos! Moro mío, te lo leeré, lo has de oír, y, como lo entiendas, tenme por hombre extravagante. Yo mismo, que soy español por todos cuatro costados y que, si no me debo preciar de saber el idioma de mi patria, a lo menos puedo asegurar que lo estudio con cuidado, yo mismo no entendí la mitad de lo que contenía. En vano me quedé con copia del dicho papel; llevado de curiosidad, me di prisa a extractarlo, y, apuntando las voces y frases más notables, llevé mi nuevo vocabulario de puerta en puerta, suplicando a todos mis amigos arrimasen el hombro al gran negocio de explicármelo. No bastó mi ansia ni su deseo de favorecerme. Todos ellos se hallaron tan suspensos como yo, por más tiempo que gastaron en revolver calepinos y diccionarios. Sólo un sobrino que tengo, muchacho de veinte años, que trincha una liebre, baila un minuet y destapa una botella de Champaña con más aire que cuantos hombres han nacido de mujeres, me supo explicar algunas voces. Con todo, la fecha era de este mismo año.