Como todos los lunes, iniciamos una nueva semana de estudio con la publicación de nuestro ¡Ponte a prueba! el amable reto que desde 2015 acompaña semana a semana en su quehacer a las personas valientes y generosas que preparan las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura en su prueba más dificultosa y decisiva: la del comentario de texto.
Ya decíamos el viernes que el texto de este fin de semana era un texto singular, al que yo tengo especial apego pues aparecía en el libro de texto de Lengua que usó mi padre en el colegio durante la posguerra. Se trataba del famoso Triptolemo, editado por Magisterio Español en la época republicana. Entonces los alumnos debían aprender de memoria los poemas y mi padre, ochenta años después, recuerda muchos ellos y sigue recitando sus versos.
Nuestros seguidores han vuelto a dar muestra de su fino instinto literario y de su bagaje lector. Y así, tanto Eva López Santuy como Sara Piélagos Martín indican que se trata de un romance tradicional y lo adscriben al romancero viejo. Y Mariángeles Bermejo, Mar Criado Rodríguez y Lydia P García hacen pleno pues señalan acertadamente el título de la breve composición. ¡Enhorabuena a todas ellas y ojalá que el día D tengan la misma suerte!
Y es que, efectivamente, se trataba del Romance de la loba parda, joya del romancero viejo que Ramón Menéndez Pidal situaba en Extremadura. En su opinión, este romance fue difundido por los pastores trashumantes extremeños por ambas Castillas y por León, siendo desconocido en Asturias y Andalucía, pues no llegaba hasta estas regiones su ruta. Es, por tanto, un texto que bien podría aparecer en las comunidades autónomas donde fue conocido.
Y nada más por hoy, volveremos mañana con nuestro artículo de fondo.
Feliz semana de estudio.
Saludos y ánimo.
Estando yo en la mi choza pintando la mi cayada,
las cabrillas altas iban y la luna rebajada;
mal barruntan las ovejas, no paran en la majada.
Vide venir siete lobos por una oscura cañada.
Venían echando suertes cuál entrará a la majada;
le tocó a una loba vieja, patituerta, cana y parda,
que tenía los colmillos como punta de navaja.
Dio tres vueltas al redil y no pudo sacar nada;
a la otra vuelta que dio, sacó la borrega blanca,
hija de la oveja churra, nieta de la orejisana,
la que tenían mis amos para el domingo de Pascua.
—¡Aquí, mis siete cachorros, aquí, perra trujillana,
aquí, perro el de los hierros, a correr la loba parda!
Si me cobráis la borrega, cenaréis leche y hogaza;
y si no me la cobráis, cenaréis de mi cayada.
Los perros tras de la loba las uñas se esmigajaban;
siete leguas la corrieron por unas sierras muy agrias.
Al subir un cotarrito la loba ya va cansada:
—Tomad, perros, la borrega, sana y buena como estaba.
—No queremos la borrega, de tu boca alobadada,
que queremos tu pelleja pa’ el pastor una zamarra;
el rabo para correas, para atacarse las bragas;
de la cabeza un zurrón, para meter las cucharas;
las tripas para vihuelas para que bailen las damas.