Como cada lunes, iniciamos la semana con la publicación del ¡Ponte a prueba!, el amable acertijo que cumple su novena temporada ofreciendo una piedra de toque para las personas que preparan la prueba de comentario de texto de las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura, de forma que puedan anticipar cómo actuarán el día señalado de forma amena y más relajada.
Anunciábamos el viernes que se trataba de un texto difícil, pero muy interesante. Probablemente por su dificultad, la participación ha sido menor que en otras ocasiones. Aun así, hemos tenido dos acertantes, pues Eva López Santuy da datos filoógicos correctos y Lydía P García hace pleno, porque señala con acierto la obra y su autor. ¡Enhorabuena y ojalá que el día D tengan la misma fortuna!
Y es que efectivamente se trataba de las octavas VI-X del Dezir de las siete virtudes (datado entre 1390 y 1407) del genovés afincado en Sevilla Micer Francisco Imperial (¿1350-1409?), uno de los poetas más importantes del Cancionero de Baena y de toda la lírica culta de finales del XIV e inicios del siglo XV. Y ahora viene por qué este texto es tan interesante. La razón es que esta obra alegórica en la que el poeta va a ver las siete virtudes teologales es la primera aclimatación del endecasílabo al castellano. Detrás de esta obra vendrán Juan de Mena y el marqués de Santillana.
Y nada más por hoy, volveremos mañana con nuestro artículo de fondo.
Feliz semana de estudio.
Saludos y ánimo.
En sueños veýa en el Oriente
quatro çercos que tres cruzes façían,
e non puedo dezir conplidamente
commo los quatro e las tres luzían;
enpero atanto que a mi movían,
commo movió Glauco gustar la yerva
por que fue fecho de una conserva
con los dioses que las mares rregían.
E commo quando topa en algunt foyo
el çiego, que todo sse estremeçe,
bien así fize yo en un arroyo
que de una clara fuente claro creçe;
e commo quando el día amanesçe,
que poco a poco se muestra lo oculto,
e torna por contrario un grant bulto,
e en nueva parte nuevo rremanesçe,
bien assí se mostró en aquella ora
un ver incrédulo e fermoso,
qual el dezir atal será agora:
non era el fondo turbio nin lodoso,
mas era diamante muy illuminoso
e todo a luengo de una esquina,
e las paredes de esmeralda fyna,
e ay allende un jardín graçiosso.
Era çercado todo aquel jardín
de aquel arroyo, a guissa de cava,
e por muro muy alto jazmín
que todo a la rredonda lo çercava;
el son del agua en dulçor passava,
harpa, duçayna, vyhuela de arco,
e non me digan que mucho abrarco,
que non ssé sy dormía o velava.
En mí dezía: «Mucho me maravillo
que non veo aquí alguna entrada;
non veo puente, puerta, nin portillo.»
Esto diziendo, vy una puerta alçada
entre el jazmín, non tabla labrada
mas de rrobí más bivo que çentella;
commo moví a yr derecho a ella,
non vy de quien luego fue abaxada.