En pleno acueducto planteamos nuestro acertijo de la semana. Para nosotros ha sido, como siempre, una semana de intenso trabajo. Hemos hecho un interesante vídeo de una hora de duración sobre las necesidades específicas de apoyo educativo y el DUA (Diseño Universal de Aprendizaje) que nos ha llevado muchas horas de esfuerzo, pero que creemos tiene una gran calidad y propone decenas de posibilidades de adaptación de este elemento a nuestra asignatura de Lengua Castellana y Literatura. Este nuevo material está integrado en todos nuestros cursos. Pero hoy es viernes y como siempre, comienza el fin de semana y por eso es el día de nuestro ¡Ponte a prueba!, el reto que proponemos desde 2015 a quienes preparan las oposiciones de Lengua Castellana y Literatura como sencillo y rápido banco de pruebas para transportarles a la misma situación que vivirán el día D cuando hagan la prueba de comentario de texto. Como siempre, y de hecho hay siempre personas que ya han obtenido su plaza y participan incluso del otro lado del Charco, nuestro acertijo se brinda a todas las personas de ambos hemisferios que aman nuestra lengua y literatura.
La propuesta de la semana
Hoy traemos un texto inolvidable. Quien lo haya leído lo reconocerá al instante y quien no, encontrará en él datos que le servirán para realizar un comentario muy sólido, adscribiéndolo razonadamente a una época, un género y un movimiento literario.
¿Cómo participar?
Como siempre, podemos participar escribiendo nuestra solución como un comentario en la página de Facebook de opolengua.com (no en la mía personal) hasta el domingo por la noche. Hay dos normas de participación: escribir los comentarios sin leer los anteriores y no consultar internet para resolver el enigma, pues el día D no tendremos más apoyo que nuestra propia sabiduría. Nosotros daremos la solución del acertijo y la lista de acertantes el lunes.
Y nada más por hoy. Saludos y ánimo.
El viernes, al oscurecer, fue la despedida. Vino un encargado del rematante de Castilla por la res. Pagó; bebieron un trago Antón y el comisionado, y se sacó a la quintana la Cordera. Antón había apurado la botella; estaba exaltado; el peso del dinero en el bolsillo le animaba también. Quería aturdirse. Hablaba mucho, alababa las excelencias de la vaca. El otro sonreía, porque las alabanzas de Antón eran impertinentes. ¿Que daba la res tanto y tantos xarros de leche? ¿Que era noble en el yugo, fuerte con la carga? ¿Y qué, si dentro de pocos días había de estar reducida a chuletas y otros bocados suculentos? Antón no quería imaginar esto; se la figuraba viva, trabajando, sirviendo a otro labrador, olvidada de él y de sus hijos, pero viva, feliz… Pinín y Rosa, sentados sobre el montón de cucho , recuerdo para ellos sentimental de la Cordera y de los propios afanes, unidos por las manos, miraban al enemigo con ojos de espanto. En el supremo instante se arrojaron sobre su amiga; besos, abrazos: hubo de todo. No podían separarse de ella. Antón, agotada de pronto la excitación del vino, cayó como en un marasmo; cruzó los brazos, y entró en el corral obscuro. Los hijos siguieron un buen trecho por la calleja, de altos setos, el triste grupo del indiferente comisionado y la Cordera, que iba de mala gana con un desconocido y a tales horas. Por fin, hubo que separarse. Antón malhumorado, clamaba desde casa:
—¡Bah, bah, neños, acá vos digo; basta de pamemes! —así gritaba de lejos el padre, con voz de lágrimas.