Hoy es viernes nuevamente. Y eso quiere decir que tenemos una nueva cita con nuestro reto de fin de semana, el ¡Ponte a prueba!, ese acertijo amable con el que acompañamos semana a semana a los opositores de Lengua Castellana y Literatura con el mismo espíritu incansable que anima a quienes preparan la prueba de comentario de texto. Como sabemos y se demuestra cada semana, nuestro acertijo no está abierto solo a quienes opositan sino a todas las personas que aman nuestra lengua y su literatura a ambos lados del Charco.
La propuesta de la semana: un texto muy utilizado antaño
Hoy planteamos un texto que nos parece interesante por las posibilidades de comentario que ofrecería en unas oposiciones. Quizá no sea fácil de reconocer, pues es una obra que, a pesar de que se sigue leyendo, no mantiene la posición que tuvo décadas atrás como obra de lectura en los centros, pero como decimos en otras ocasiones (y aquí más especialmente), señalando su género, sus relaciones intertextuales, su época y movimiento literario podríamos hacer un gran comentario.
¿Por qué y cómo participar?
Es muy positivo participar en el reto porque la respuesta pública siempre genera una mayor tensión emocional y eso nos acerca más a la sensación que sentiremos el día D cuando de nuestro juicio, acertado o no, se derive una parte importante de la calificación. Recuerda que para participar hay que escribir un comentario en la página de Facebook de opolengua.com hasta el domingo por la noche y seguir una sola norma: no se puede consultar Internet para buscar el fragmento. y enfrentarse al reto como lo harás el día D, sin más elementos que tu competencia literaria. Como siempre también, nosotros publicaremos la solución del reto y la lista de acertantes el lunes.
Y nada más por hoy. Feliz fin de semana. Saludos y ánimo.
MANCEBO—Digo, mujer, que no se cumple con nosotros las costumbre de esta tierra, que es la de adobar cena y mesa a los novios sin que nada falte.
MOZA—Pues qué, ¿no ve Ud. ahí todo? MANCEBO—No veo que hayan dispuesto el aguamanos.
MOZA—¡Aguamanos! ¿Con esas sale, marido? Coma y calle, que bien acostumbrado estará, de vuestra casa, a comer sin lavaros.
MANCEBO—No tal, que siempre he sido pobre, pero limpio. ¡Lavarme quiero! (Espera. Al ver que no le atiende, da un puñetazo sobre la mesa alzando la voz.) ¡Lavarme quiero! (Mira alrededor.) ¡Eh, tú, don perro: dame agua a las manos! (Otra pausa esperando.) ¡Cómo! ¿No oíste, perro traidor, que me des agua a las manos? ¡Ah! ¿callas? ¿No obedeces? ¡Pues aguarda y verás! (Sale furioso entre cortinas y da de cuchilladas al perro, que aúlla espantado.)
MOZA—Pero ¿qué ha hecho, marido? ¿Al perro ha matado? ¡Miren qué empresa de hombre!
MANCEBO—Le mandé traer agua y no me obedeció. (Limpia su espada en el mantel y vuelve los ojos airado alrededor. Se dirige al gato, que se supone al otro lado.) ¡Eh, tú, don gato: dame agua a las manos!
MOZA—¿Al gato habla, marido?
MANCEBO—¡Cómo, don falso traidor! ¿También tú callas? Pues qué, ¿no viste lo que fue del perro, por no obedecer? Prometo que si poco ni más conmigo porfías, lo mismo te he de hacer a ti que al perro. ¡Dame agua a las manos ahora mismo!
MOZA—Pero, marido, ¿cómo quiere que un gato entienda de aguamanos?
MANCEBO—(Le impone silencio secamente.) Qué, ¿no te mueves todavía? ¡Ah, gato traidor!…¡Aguarda, aguarda tú también! (Sale entre cortinas. Se oyen unos maullidos estridentes y vuelve a entrar con el gato ensartado en la espada. Lo tira contra el suelo.)
MOZA—¡Ay mi gato, mi pobre gato querido!…(Lo levanta por el rabo, comprobando que está muerto. El Mancebo mira en torno cada vez más furioso. Se oye en el patio el relincho del caballo.)
MANCEBO—Y ahora vos, don caballo. ¡Dame agua a las manos!
MOZA—¡Eso no! ¡Téngase, marido, que perros y gatos muchos hay, pero caballos no tiene Ud. otro que ése!
MANCEBO—Y bien, mujer, ¿piensa que porque no tengo otro caballo se ha de librar de mí si no me atiende? Guárdese de enojarme, o si no, ¡yo juro a Dios que tan mala suerte le he de dar a él como a los otros! (Mirándola fijamente avanza hasta ella, que retrocede comenzando a espantarse.) Y no habrá cosa viva en la casa a quien no hiciera lo mismo. ¡Eh! ¿oíste, don caballo? ¡Dame pronto agua a las manos!
MOZA—(Se santigua.) ¡Ánimas del Purgatorio! ¡Loco está!
MANCEBO—Qué, ¿no te mueves? ¡Pues toma tú también! ¡Toma! (Le suelta un pistoletazo. El
caballo cae redondo.)
MOZA—¡Dios nos valga, marido! ¡Muerto es el caballo!