La encerrona es la prueba definitiva, la que al final te permite acceder o no a la plaza. Imagina. Ya han superado las dos pruebas previas algo más de una decena de opositores. Y ahora llega la encerrona para alcanzar el preciado objetivo. Es el momento defiinitivo.
Hay opositores que llegan a esa última prueba con ventaja y sucumben por los nervios, la presión o la falta de preparación. Y otros que llegan con dos aprobados con una nota baja pero que se crecen en esa situación, conectan con el tribunal, demuestran que pueden ser grandes profesores y obtienen la plaza.
Lo deseable es disfrutar de ese momento. Sí, y créeme que eso lo consiguen muchas personas. Es importante para ello mostrar entusiasmo, sentirse feliz de comunicar lo que uno ha preparado durante tanto tiempo y comunicar las ilusiones que uno tiene por dar clase. No hay nada más contagioso que el entusiasmo.
Hay personas que ya lo llevan puesto. Gente que ha sido activa en política o en movimientos sociales o asociativos de todo tipo parte con una ventaja grande. Ese fue mi caso. Yo, antes de presentarme a las oposiciones, ya me había enfrentado a auditorios compuestos por centenares y en ocasiones miles de personas y también había participado en programas de radio y televisión. Eso fue para mí una gran ventaja, por supuesto.
Pero todo el mundo puede alcanzar un gran nivel de expresión oral. ¿Y cómo se consigue eso? Pues como todo en la vida: con ilusión, ganas y preparación. Sabiendo bien lo que hemos de decir, apoyándonos en los materiales que nosotros mismos hemos preparado y realizando nuestro discurso una y otra vez hasta dominarlo perfectamente.