Ya anunciaba la semana pasada en este blog de www.opolengua.com que iba a hacer una miniserie explicando cómo aprobé las oposiciones de Lengua castellana y literatura en 1998. La primera entrada versaba sobre las condiciones materiales y personales que debí atesorar durante seis largos años para alcanzar mi sueño. Hoy voy a recordar cosas más concretas.
Aquel año yo me presentaba por dos comunidades. Madrid, donde era interino del llamado primer bloque o A (donde estábamos los treinta o así que habíamos aprobado en la oposición de 1996 todos los ejercicios). Yo, pues tenía menos años de antigüedad que otros, estaba en la posición de interinidad número 28 y en el acto público tuve que optar entre San Martín de Valdeiglesias, Cercedilla o la sección de la cárcel de Alcalá Meco, donde para quien no lo sepa, había un antiguo FP. Consigno este dato para que os hagáis una idea del escaso número de interinos que había entonces en la comunidad de Madrid. A pesar de que tiene menos fama que la desencadenada en 2008, la crisis de 1994 fue muy fuerte. No hubo congelación de plazas pero sí hubo varios años con menos de diez plazas de Lengua. Quizá el hecho de que antes de esa crisis (que duró hasta el 2002) no hubiese habido un fuerte crecimiento económico en España ni la población viviera el espejismo del ladrillo hiciera que nadie se tuviera que despertar del sueño en mitad de la pesadilla y que ahora todo eso esté olvidado. Quizá es que estábamos acostumbrados a la pesadilla, pero nadie se daba cuenta. Quizá es que luego a partir de 2002 se vivió en la falsedad. No sé…
El caso es que me presenté por Madrid en 1998 y tuve una experiencia pésima (como otras tantas que ya conocía). Me tocó en el tribunal que había en el Instituto de Bachillerato Isabel la Católica, junto al Retiro, y nos cayó el tema 26 (el texto narrativo) y en el comentario cayó un texto de Jorge Manrique. Ese año hubo una filtración brutal. Yo, y otras muchas personas, supimos cuál era el texto con dos días de antelación. Yo pensé que solo lo sabía yo, pero el día del examen me di cuenta enseguida de que no era así. La mayor parte de la gente al salir iba comentando que el texto era de Jorge Manrique. Y era una composición de cancionero adocenada, de las miles que existen muy parecidas del siglo XV. Casi imposible que todo el mundo lo sepa. Y si lo sabe, es que la filtración ha corrido como la pólvora. Efectivamente, la nota a todos los ejercicios de la parte A fue un 5. Ni uno más ni uno menos. Es como si esa prueba no se hubiera celebrado. Creo que el tribunal sospechó de que todos estuvieran bien y por eso tomaron esa decisión salomónica.
Peor fue en el caso del teórico porque casi todos hicimos el tema 26 (el texto narrativo) y también pusieron muchísimos cincos y tan solo un par de dieces. Al ir a ver las notas había gran indignación entre los opositores. No era normal que solo hubiera dos o tres personas con un 10 y todos los aprobados restantes (unos veinte) estuviéramos entre el 5 y el 6. Además, yo sabía que mi tema era bueno, mucho mejor que el de las academias. De hecho, básicamente, es el mismo que todavía integra nuestro temario Opolengua.
Por otro lado, escuché decir a otros opositores que la razón de que las notas fuera tan baja era que en el tribunal había un profesor de la Complutense que simultaneaba (eso es común en Madrid) horas en el instituto y en la universidad. Oí decir que era profesor de teoría de los géneros en la Complutense y que precisamente sus alumnos de la universidad que habían hecho el tema 37 (los géneros narrativos) en vez del 26 (el texto narrativo) eran los que habían tenido un 10. Ni más ni menos. ¡¡Dos dieces por contestar una pregunta que no se había hecho!! Y los demás, por ceñirnos a la pregunta, un miserable cinco. Eso me encolerizó mucho porque después de tanto esfuerzo veía que el tribunal había hecho, literalmente, lo que le había dado la realísima gana.
Además, por mi experiencia en las oposiciones de 1996, sabía tristemente que con menos de un 9,5 era imposible obtener plaza por la cantidad de interinos que tenían más años de antigüedad que yo y porque había poquísimas plazas. Creo recordar que ese año en Madrid había seis plazas…. Para más de 2.000 aspirantes. ¿Eso era crisis? No sé, el caso es que esas eran las que había. Y yo antes de pisar el campo de batalla ya estaba eliminado.
Pedí hablar con la presidente del tribunal y salió una mujer que, cuando le pedí explicaciones con mucha educación y hasta cordialidad sobre mi baja nota argumentado que mi tema era bueno, no supo qué contestar. En esas estábamos cuando apareció un tipo, que yo identifique inmediatamente con el profesor de marras. Se me encaró con muy poca educación y tuve con él un diálogo muy tenso porque al preguntarle qué entraba en el tema 26, no supo contestar y me repitió conceptos del tema 37. Yo me encolericé y le dije textualmente que para ser miembro de un tribunal “había que tener más conocimientos y más vergüenza y saberse el temario”. El tipo me expulsó de allí diciéndome que “aquello no era un instituto donde se podía reclamar”. Me dieron ganas de darle dos bofetadas… Pero me fui con una sensación de impotencia brutal, que me tuve que comer lo antes posible.
Esto es una demostración de que no hay que rendirse nunca, amigos. Vamos a recibir golpes, sinsabores, injusticias… El sistema español de oposiciones es absolutamente injusto y no sirve para que el mejor candidato obtenga la plaza. Ese debería ser el objetivo, pero las presiones sindicales y políticas lo impiden creando un sistema basado en la antigüedad que no defiende los derechos de los alumnos a la educación sino el derecho de los interinos a preservar su puesto de trabajo. No hay objetividad en la prueba y eso repercute en toda la sociedad. Personalmente, me hace gracia que todo el mundo esté tan contento con que se haya quitado la selectividad LOMCE. Era un examen tipo test, absolutamente objetivo y nacional. Justo lo que hace que nuestro sistema MIR para seleccionar a los médicos sea el referente para la sanidad de todo el mundo. Justo el sistema que yo hubiera deseado en mis tristes oposiciones de 1993, 1994, 1996 y 1998. Probablemente con un sistema de test y sin los puntos de antigüedad yo hubiera obtenido mi plaza antes.
Ya solo me quedaba la opción andaluza. El examen había sido pocos días antes… Y de lo que ocurrió allí, donde alcancé el triunfo con no pocas penalidades, versará la siguiente entrada.