Un movimiento de pieza inesperado en el tablero y en 2009, mi vida, organizada e idílica, se agitaba y convulsionaba antes de quedar reducida a sueños de cenizas. Una operación de cierta envergadura hizo peligrar mi voz, mi profesión y mi estabilidad. En ese momento comenzó una lucha por resurgir de esas cenizas como un ave fénix, por recuperar mi identidad, mi trabajo y mi autoestima. Muchos me aconsejaron cambiar de profesión y comencé a estudiar ciclos formativos superiores como Secretariado e Higiene bucodental mientras recuperaba la voz con una logopeda extraordinaria, Maite Chueca. A medida que retomaba nuevos estudios y mi vida tomaba un camino diferente al de la Educación, un sentimiento de no estar completa me embargaba. Notaba que una chispa vital, la que me acompañaba cada vez que entraba en un aula, había desaparecido. Provengo de una larga saga de maestros (por citar algunos, mi madre, mi padre, varios tíos, mi abuelo…) y rápidamente me rendí a esta vocación. La anhelaba, deseaba volver a sentir su jolgorio, su alegría (también sinsabores, pero eso forma parte del trabajo y no me pesa), la ebullición de los patios, la calidez de las aulas, el soñar con ayudar aunque sea ínfimamente a un alumno, contagiar el amor por la lengua y la literatura…
Un día me levanté en 2013 y me dije: Tengo que luchar. Me acordé de la famosa frase de Martin Luther King: “Si supiera que el mundo se acaba mañana, yo, hoy, aun así, plantaría un árbol” y me dije sólo el que es valiente consigue su meta. O me atrevo a plantar el árbol aunque me lo destroce el viento mañana o me conformo con vivir a medias siempre. Y me vino otra frase: “Sólo fracasa aquel que no lo intenta”. Y, después de unos días de introspección que no fueron nada fáciles porque el camino estaba colmado de tinieblas, comprendí que estaba decidida a pelear.
Al principio fui a ciegas, pues la primera vez que me presenté en 2014 en Andalucía fue todo muy precipitado y sólo estudié tres meses. Me encontraba muy perdida, totalmente desubicada y sin saber con qué me iba a encontrar. Los inicios son muy duros y el miedo a lo desconocido y al fracaso suelen paralizar. Es lo primero que quise neutralizar repitiéndome que no tenía nada que perder. En el peor de los casos que sacara un cero me iba a quedar en la misma situación en la que estaba. Ser consciente de eso me tranquilizó. También me recordé que me gustaba mi carrera y que por esa razón la estudié, así que debía tomármelo como una oportunidad de disfrutar estudiando lo que me fascinaba. No todo el mundo tiene esa suerte.
Finalmente ese año suspendí el comentario de texto y al año siguiente, en 2015, me presenté en Castilla y León. Ese año estudié mucho, pero también suspendí el comentario de textos. Me desmoralicé bastante.
Y entonces… sucedió. Un antiguo proverbio Zen asevera que cuando el alumno está preparado, el maestro aparece. Así fue. Acababa de regresar de León y, mirando banalidades por Internet, encontré el blog de Opolengua. Ninguna academia ni ningún preparador me habían convencido del todo antes. Leí el blog de Eduardo y me pareció serio, responsable y trabajador. Pregunté a algunos amigos y me lo corroboraron. Fue una gran decisión porque he aprendido mucho y aunque hubo veces que me vine abajo (la crisis más grave la tuve en febrero, porque tenía la mente exhausta y sentía que la información me rebotaba y no entraba en el cerebro) porque no podía seguir el ritmo como yo quería, eso me hizo crecer. Cuando comienzas con su método de estudio, no eres consciente de la catarsis que vas a sufrir cuando llega junio. Por el camino crees que se te olvidan los temas, que no avanzas lo suficientemente rápido y que no te acuerdas de nada, que te vas a quedar en blanco el día del examen o que no te va a tocar ninguna bola que te sepas. Al principio eso me angustiaba, pero aprendí a verlo como algo “normal” o al menos recurrente. Además, intentaba no mirar más allá del día que estaba viviendo: Hoy es hoy y tengo que hacer lo que está planeado. Por el mañana ya me preocuparé dentro de 24 horas.
Finalmente, este año 2016 he conseguido aprobar el comentario, pasar el oral, aprender mucho sobre programación y sacar la plaza. Ahora, todos los esfuerzos, los tormentos interiores y las largas horas han valido la pena. Y he de dar las gracias, porque esto no se consigue sola: a Eduardo y su gran labor, a mis padres que siempre me han apoyado y a mi novio y amigos que han sabido entender mi situación y alegrarme los pocos ratos que tenía libres. Muchas gracias a todos.
¡Las buenas personas siempre consiguen lo que quieren! Enhorabuena Becky!
Eĺ texto es extraordinario, pero lo realmente fascinante no es como lo cuentas, sino tu experiencia de vida, tu esfuerzo y tus ganas de luchar.
Muchas gracias por tu mensaje y bienvennido al blog, Pepe. Efectivamente, el texto siendo extraorinario es una pálida muestra de su personalidad y su vida. Creo que el sistema educativo está de enhorabuena al contar entre sus integrantes a Rebeca.
Gracias y bienvenida al blog, Maria José. Efectivamente es una gran persona y se merece largamente lo conseguido.