Seguimos una semana más con nuestro acertijo semanal. Ya sabéis que en nuestro curso Opolengua 1 estamos leyendo el Quijote y por eso hasta diciembre estos textos serán siempre de la obra más importante de nuestras letras. En estas últimas oposiciones hubo dos comunidades en las que cayó un texto quijotesco y si es así, tratándose de una obra tan importante, no basta con indicar que el texto en cuestión pertenece a la misma, sino ser capaz de situarla de la manera más precisa posible. Y ahora ya, al texto. ¿Cuál es este fragmento? Las soluciones, el lunes.
Cuando yo oí decir «Dulcinea del Toboso», quedé atónito y suspenso, porque luego se me representó que aquellos cartapacios contenían la historia de don Quijote. Con esta imaginación, le di priesa que leyese el principio, y, haciéndolo ansí, volviendo de improviso el arábigo en castellano, dijo que decía: Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo. Mucha discreción fue menester para disimular el contento que recebí cuando llegó a mis oídos el título del libro; y, salteándosele al sedero, compré al muchacho todos los papeles y cartapacios por medio real; que, si él tuviera discreción y supiera lo que yo los deseaba, bien se pudiera prometer y llevar más de seis reales de la compra. Apartéme luego con el morisco por el claustro de la iglesia mayor, y roguéle me volviese aquellos cartapacios, todos los que trataban de don Quijote, en lengua castellana, sin quitarles ni añadirles nada, ofreciéndole la paga que él quisiese. Contentóse con dos arrobas de pasas y dos fanegas de trigo, y prometió de traducirlos bien y fielmente y con mucha brevedad. Pero yo, por facilitar más el negocio y por no dejar de la mano tan buen hallazgo, le truje a mi casa, donde en poco más de mes y medio la tradujo toda, del mesmo modo que aquí se refiere.
El fragmento pertenece al capítulo IX de la primera parte de «El Quijote» (1605). Momentos antes de este texto, el narrador cristiano cuenta cómo llegó a sus manos, a través de un joven vendedor de papeles viejos, el manuscrito de Cide Hamete Benengeli y cómo se sirvió, sin mucho esfuerzo, de la ayuda de un buen morisco que inició la traducción -desinteresada, en este punto- de esos caracteres arábigos que él no sabía descifrar. En este fragmento concreto, el cristiano nos habla de la grata sorpresa que se llevó al pronunciar el morisco «Dulcinea del Toboso», nombre que despertó su voraz curiosidad al suponer que aquello contenía, nada menos que la historia de Don Quijote. La escasa ambición -o quizás el desconocimiento- del muchacho que portaba los cartapacios con tan suculenta historia, fue una ocasión pintiparada para nuestro narrador cristiano quien, por sólo un real, se hizo con la propiedad del manuscrito para contratar, a continuación, los servicios del traductor morisco. Lo alojó en su propia casa y éste concluyó la tarea en un mes y medio: ¡Está claro que aprovechó muy bien el tiempo! 🙂
Efectivamente Lola, el fragmento es el que tú indicas. ¡Enhorabuena!