El texto que traemos hoy a nuestro acertijo semanal de opolengua.com para preparar las pruebas de comentario de las oposiciones de Lengua y literatura es de un viejo conocido de los opositores porque su obra ha aparecido en alguna ocasión en las mismas. No esta misma obra que hoy traemos, pero sí otras.
Como siempre, se trata de acertar la obra y el autor (y a ser posible ubicando el fragmento en la misma). Una opción también válida es situar el ffragmento dentro de la historia de la literatura española, relacionándolo con un movimiento o época.
En todo caso, como siempre, quien quiera participar puede hacerlo a través de nuestra página de Facebook. La solución se dará a conocer el lunes.
Dulce sosiego se respira en el ambiente plácido. En la vecindad los martillos y una fragua tintinean argentinos. A un extremo de la mesa de retorcidos pies, en la entrada, Puche, sentado, habla pausadamente; al otro extremo, Justina escucha atenta. En el fondo umbrío de la cocina, un puchero borbolla con persistente moscardoneo y deja escapar tenues vellones blancos.
Puche y Justina están sentados. Puche es un viejo clérigo de rostro cenceño, cuerpo y cara escuálida. Tiene palabra dulce de iluminado fervoroso y movimientos resignados de varón probado en la amargura. Susurra levemente más que habla; sus frases discurren untuosas, benignas, mesuradas, enervadoras, sugestivas. En plácida salmodia insinúan la beatitud de la perfecta vida, descubren la inanidad del tráfago mundano, cuentan la honda tragedia de las miserias terrenales, acarician con la promesa de dicha inacabable al alma conturbada. Puche va hablando dulcemente, la palabra poco a poco se caldea, la frase se enardece, el periodo se ensancha fervido. Y un momento, impetuosamente, la fiera indomeñada reaparece y el manso clérigo se exalta con el ardimiento de un viejo profeta hebreo.
Justina es una moza fina y blanca. A través de su epidermis transparente resalta la tenue red de las venillas azuladas. Cercan sus ojos llameantes anchas ojeras. Y sus rizados bucles rubios asoman por la negrura del manto que se contrae ligeramente al cuello y cae luego sobre la espalda en amplia oleada.
Justina escucha atenta a Puche. Alma cándida y ardorosa, pronta la negación o al desconsuelo, recoge píamente las palabras del maestro y piensa.