Como cada lunes, publicamos en www.opolengua.com la solución al acertijo semanal para preparar la prueba de comentario de las oposiciones de Lengua castellana y literatura. Como ya decíamos el viernes pasado, el texto resultaba complicado, porque a pesar de que procede de una obra muy prestigiosa en los ambientes literarios; sin embargo, no ha tenido una repercusión masiva.
Efectivamente se trata de un fragmento de 2666 (2004), novela del chileno Roberto Bolaño (1953-2003) publicada por Anagrama tras la muerte de su autor. Acertar una obra tan singular resulta sencillo si se ha leído y casi imposible si no se ha hecho, por lo que si nos encontramos con un texto así, deberemos actuar con enorme cautela y seguramente, contentarnos con demostrar que se trata de una novela contemporánea (ahí están las alusiones a los ascensores y a California, poblada de forma masiva a partir de 1920). Así mismo, una obra ambientada en América nos puede llevar a un escritor hispanoamericano. Y el estilo, tan singular, (la utilización de las mayúsculas, por ejemplo) nos conduce a una obra posterior a Cortázar, por lo que esos rasgos sí podrían señalarse.
Solo hemos tenido una acertante, Nat-Alias Kaloia, por lo que le damos una efusiva felicitación, ¡Enhorabuena!
El próximo viernes, daremos otra entrega de nuestro concurso. Hasta entonces. Feliz semana de estudio.
Allí desde el púlpito, Seaman habló de su vida. Lo preesntó el reverendo Ronald K. Foster, aunque por la manera de hacerlo se notaba que Seaman ya había estado allí antes. Voy a tratar cinco temas, dijo Seaman, ni uno más ni uno menos. El primer tema es PELIGRO. El segundo, DINERO. El tercero, COMIDA. El cuarto, ESTRELLAS. El quinto y último, UTILIDAD. La gente sonrió y algunos movieron la cabeza en señal de aprobación, como si le dijeran al conferenciante que estaban de acuerdo, que no tenían nada mejor que hacer que escucharlo. En una esquina vio a cinco chicos, ninguno mayor de veinte años, vestidos con chaquetas negras y boinas negras y lentes negros que miraban a Seaman con expresión estólida y que lo mismo estaban allí para aplaudirle que para insultarle. En el escenario el viejo se movía con la espalda encorvada de un lado a otro, como si de pronto hubiera olvidado su discurso. De improviso, a una orden del pastor, el coro cantó un góspel. La letra de la canción hablaba de Moisés y del cautiverio del pueblo de Israel en Egipto. El mismo pastor los acompañaba al piano. Entonces Seaman volvió al centro y levantó una mano (tenía los ojos cerrados) y a los pocos segundos cesaron las notas del coro y la iglesia quedó en silencio.
PELIGRO. Contra lo que todos (o buena parte de los feligreses) esperaban, Seaman empezó hablando de su infancia en California. Dijo para los que no conocen California, ésta a lo que más se parecía era a una isla encantada. Tal cual. Es igual que en las películas, pero mejor. La gente vive en casas sola planta y no en edificios, dijo, y acto seguido se extendió en una comparación entre casas de una sola planta o a lo sumo de dos y edificios de cuatro o cinco plantas en donde el ascensor un día está estropeado y otro día fuera de servicio. En lo único en que los edificios no salían desfavorablemente parados era en las distancias. Un barrio de edificios acorta las distancias, dijo. Todo queda más cerca. Puedes ir caminando a comprar la comida o puedes caminar hasta el bar más próximo (aquí le guiñó un ojo al reverendo Foster), o hasta la iglesia de tu congregación más próxima, o hasta un museo. Es decir, no tienes que coger un coche. Ni siquiera tienes necesidad de tener coche. Y aquí se extendió con una serie de estadísticas sobre accidentes automovilísticos mortales en un condado de Detroit y en un condado de Los Ángeles. Y eso que es en Detroit donde se fabrican, y no en Los Ángeles.