¡Ponte a prueba! 22/2018 (Solución) Oposiciones de Lengua Castellana y literatura

¡Ponte a prueba! 22/2018 (Solución) Oposiciones de Lengua Castellana y literatura

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Como todos los lunes, publicamos hoy la solución de nuestro “¡Ponte a prueba!” del viernes. Ya avisábamos de que se trataba de una obra y un autor muy conocido y que cuando una cosa así nos ocurre en las oposiciones, muy probablemente sea preciso para destacar mostrar un conocimiento amplio de la obra y situar el fragmento dentro de la misma. Y, como podemos ver en las respuestas dadas a través de nuestra página de Facebook  ha habido personas que han dado en el centro de la diana.

Efectivamente, se trataba de un fragmento de El tragaluz (1967) del gran autor dramático Antonio Buero Vallejo (1916-2000). Una obra tensa, muy dura en ocasiones y con un final intensísimo del que era muestra el texto elegido pues es la escena que desencadena el desenlace de la obra. Una escena que prosigue con tal intensidad que fue aclamada con aplausos que detuvieron la obra durante el estreno. A mí, personalmente, como ha señalado Nat-Alias Kaloia en su comentario, me parece también una obra magnífica en la que se enfrentan el hombre honrado que no ha alcanzado el reconocimiento social y económico contra el triunfador social que encubre una moralidad frágil y contradictoria. La utilización de los efectos especiales y el tratamiento del drama de la guerra civil es otro de los puntos a favor de la misma. Se trata además de una obra que fue lectura obligatoria en el antiguo COU por lo que muchos profesores la reconocerán sin duda y valorarán a quienes también lo hagan. Es decir, se trata de obra que un opositor ha de dominar sin excusas.

Y así ha ocurrido en nuestro acertijo, pues han sido cuatro las personas acertantes. En este sentido, felicitamos a Mar Criado Rodríguez y a Nat-Alias Kaloia pues acertaron la obra y tenemos que dar el pleno a Lozano Rfl y Mercedes Mateos, porque situaron perfectamente la escena en la obra, con lo que destacarían de forma sobresaliente en su tribunal. ¡Enhorabuena a todas!

Y nada más, nos vemos el viernes con una nueva entrega de nuestro acertijo.

¡Fructífera semana de estudio!

Una pausa. El padre sigue mirando su postal. Vicente lo mira y se levanta. Despacio, va a su lado y se sienta junto a la mesa, de perfil al Padre, para no verle la cara.)

VICENTE:  Es cierto, padre. Me empujaban. Y yo no quise bajar. Les abandoné, y la niña murió por mi culpa. Yo también era un niño y la vida humana no valía nada entonces… En la guerra habían muerto cientos de miles de personas… Y muchos niños y niñas también…, de hambre o por las bombas… Cuando me enteré de su muerte pensé: un niño más. Una niña que ni siquiera había empezado a vivir… (Saca lentamente del bolsillo el monigote de papel que su padre le dio días atrás.) Apenas era más que este muñeco que me dio usted… (Lo muestra con triste sonrisa.) Sí. Pensé esa ignominia1 para tranquilizarme. Quisiera que me entendiese, aunque sé que no me entiende. Le hablo como quien habla a Dios sin creer en Dios, porque quisiera que Él estuviese ahí… (El padre deja lentamente de mirar la postal y empieza a mirarlo, muy atento.) Pero no está, y nadie es castigado, y la vida sigue. Míreme: estoy llorando. Dentro de un momento me iré, con la pequeña ilusión de que me ha escuchado, a seguir haciendo víctimas… De vez en cuando pensaré que hice cuanto pude confesándome a usted y que ya no había remedio, puesto que usted no entiende… El otro loco, mi hermano, me diría: hay remedio. Pero ¿quién puede terminar con las canalladas en un mundo canalla?
(Manosea el arrugado muñeco que sacó.)
EL PADRE: Yo.
VICENTE: (Lo mira.) ¿Qué dice? (Se miran. Vicente desvía la vista.) Nada. ¿Qué va a decir? Y, sin embargo, quisiera que me entendiese y me castigase, como cuando era un niño, para poder perdonarme luego… Pero ¿quién puede ya perdonar, ni castigar? Yo no creo en nada y usted está loco. (Suspira.) Le aseguro que estoy cansado de ser hombre. Esta vida de temores y de mala fe fatiga mortalmente. Pero no se puede volver a la niñez.
EL PADRE: No. (Se oyen golpecitos en los cristales. El padre mira al tragaluz con repentina ansiedad. El hijo mira también, turbado.)

VICENTE:¿Quién llamó? (Breve silencio.) Niños. Siempre hay un niño que llama. (Suspira.) Ahora hay que volver ahí arriba… y seguir pisoteando a los demás. Tenga. Se lo devuelvo.
(Le entrega el muñeco de papel.)
EL PADRE: No. (Con energía.) ¡No!
VICENTE:¿Qué?
EL PADRE: No subas al tren.
VICENTE: Y a lo hice, padre.
EL PADRE: Tú no subirás al tren.
(Comienza a oírse, muy lejano, el ruido del tren.) (Lo mira.)