Como cada viernes, en www.opolengua.comprponemos nuestro acertijo de fin de semana: un texto para que los opositores de Lengua castellana y literatura puedan probarse reconociendo a qué obra, género, movimiento, época y autor pertenece el texto propuesto. Una buena forma de ponerse a prueba y ver qué haríamos si nos encontráramos el texto en cuestiones el temido y ansiado día D.
Traemos hoy el texto que estamos estudiando ahora mismo en el Curso de Lectura Opolengua 2 y quienes hayan cursado COU deben reconocerlo pues era una de las lecturas obligatorias de aquel curso anterior a la malhadada LOGSE. Grandísima obra y grandísimo autor que marcó sin duda toda una época de nuestra literatura.
Cuando nos encontramos con un fragmento de una obra (y más si es importante) lo mejor no es limitarnos a identificarla, sino que es pertinente eñalar también su ubicación dentro de la misma de forma que nos situemos un punto por encima de nuestros competidores. La preparación es, al fin y al cabo, una lucha individual porque las plazas no se reparten por grupos, sino que cada persona conquista la suya. Si no reconocemos el texto, lo cual es posible por no haberlo leído, será imprescindible señalar época y movimiento.
Y ya, sin más dilación, ahí va el texto. Ya sabéis que se puede participar en el acertijo a través de nuestra página de Facebooky que las soluciones se darán (también en nuestra página) el lunes.
El caso es que nos hemos defendido mejor, me creo yo, solitas las dos con alguna ayuda ocasional y transitoria que si hubiéramos tenido encima al parásito ese, padre de mi nieta, que no sé cómo ha salido tan preciosa siendo hija de ese padre, que ni siquiera tenía el aspecto propio de los hombres tan agradables, fuertes y enteros, sino que era alfeñique, hombre de trapo con maneras de torero o todo lo más de bailarín gitano y para mí, que ni siquiera era muy seguro que no fuera un poco a pluma y pelo, pero quizá por el contraste, mi hija tan varona se dejó conquistar, quizá porque era lo contrario de su padre al que le cogió miedo de pequeña porque algunas veces veía las palizas que a mí me daba y que yo, fuerte y todo como soy, no podía menos de recibir, ya que era tan hombre que completamente me dominaba y seducía. Así que mi hija prefirió un mediohombre que ella podía tener en un puño o doblar en pedazos cuando se le hubiera puesto en la idea hacerlo y que así y todo, fue suficiente a quitarla la doncellez ya algo apolillada y traer al mundo esa preciosidad que es ahora mi nieta con sus diecinueve que parece que se me va la cabeza cuando la veo, porque yo, siempre he sido tan sensible a la belleza que no lo puedo resistir y más siendo de mi sangre, que me emociona. Porque hay que reconocer que el afeminamiento del padre visto en la hija hace bien. Ella ha salido más finolis que mi propia hija, tan a lo mi marido hecha, con su bigote oscuro y esos brazos tan fuertes, tan caliente de temperamento, tan atractiva pero poco presentable desde el punto de vista de la finura y la suavidad de los rasgos, de la flexibilidad del talle y del andar como sobre palillos.