Entramos hoy lunes en una nueva semana de estudio en la que conoceremos las notas de las oposiciones de Cataluña.
Este fin de semana han sido varias personas las que se han atrevido con el texto que planteábamos el viernes. Más en concreto, cuatro personas han acertado algunos elementos acerca de la composición. Tanto Victoria CG, como Rubén BP como Fátima Lastra y Maica Maiqueta, señalaron con acierto elementos que serían muyu útiles en el comentario como la datación de la obra o su carácter experimental. Así pues, ¡nuestra mas cordial enhorabuena a todas ellas!
Efectivamente se trataba de un fragmento de Tiempo de silencio (1962) de Luis Martín-Santos (1924-1964), que es la obra que estamos ahora leyendo en nuestro Curso de lectura 2. Se trata de una magnífica novela, una de las mejores del siglo en mi humilde opinión, con evidentes conexiones con la literatura de Joyce o Proust además de mantener una deuda importante con Baroja. El fragmento correspondía al planteamiento de la obra, cuando la abuela de Dorita se presenta y de esta manera presenta al resto de la familia y enuncia la trampa en la que piensan hacer caer al incauto Pedro.
Aquí repetimos el texto y os emplazamos a nuestra nueva entrega del acertijo este mismo viernes en nuestra página de Facebook
El caso es que nos hemos defendido mejor, me creo yo, solitas las dos con alguna ayuda ocasional y transitoria que si hubiéramos tenido encima al parásito ese, padre de mi nieta, que no sé cómo ha salido tan preciosa siendo hija de ese padre, que ni siquiera tenía el aspecto propio de los hombres tan agradables, fuertes y enteros, sino que era alfeñique, hombre de trapo con maneras de torero o todo lo más de bailarín gitano y para mí, que ni siquiera era muy seguro que no fuera un poco a pluma y pelo, pero quizá por el contraste, mi hija tan varona se dejó conquistar, quizá porque era lo contrario de su padre al que le cogió miedo de pequeña porque algunas veces veía las palizas que a mí me daba y que yo, fuerte y todo como soy, no podía menos de recibir, ya que era tan hombre que completamente me dominaba y seducía. Así que mi hija prefirió un mediohombre que ella podía tener en un puño o doblar en pedazos cuando se le hubiera puesto en la idea hacerlo y que así y todo, fue suficiente a quitarla la doncellez ya algo apolillada y traer al mundo esa preciosidad que es ahora mi nieta con sus diecinueve que parece que se me va la cabeza cuando la veo, porque yo, siempre he sido tan sensible a la belleza que no lo puedo resistir y más siendo de mi sangre, que me emociona. Porque hay que reconocer que el afeminamiento del padre visto en la hija hace bien. Ella ha salido más finolis que mi propia hija, tan a lo mi marido hecha, con su bigote oscuro y esos brazos tan fuertes, tan caliente de temperamento, tan atractiva pero poco presentable desde el punto de vista de la finura y la suavidad de los rasgos, de la flexibilidad del talle y del andar como sobre palillos.