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¡Ponte a prueba! 30/2018 Oposiciones de Lengua y literatura

Oposiciones Lengua Castellana

Esta semana ha sido importante para muchos opositores porque se han publicado las notas de las oposiciones de Cataluña. En www.opolengua.com estamos contentos porque los resultados han sido muy buenos, aunque sobre esto ya hablaremos en próximas entradas.

Hoy es viernes y es el día del acertijo dedicado a preparar la prueba del comentario de texto, aquella en la que debemos reconocer un texto para afinar después en su análisis. Y hemos dicho reconocer, lo que implica haber conocido antes, haberlo leído. La lectura es la madre en realidad de todo nuestro trabajo como profesores. Todo empieza y finaliza en los textos, por lo que es normal que estos supongan el elemento fundamental del la calificación.

En esta ocasión traemos un texto que apareció en las oposiciones, por lo que es una prueba real que puede serviros para ver qué hubierais hecho ante él. Se trata de reconocer obra y autor, pero si ello no es posible basta con señalar el movimiento, el género y la época; al fin y al cabo son los elementos que conforman el análisis de un texto. Y ya, sin más preámbulos, vamos allá.

Ya sabéis que las respuestas deben hacerse pinchando aquí, en nuestra página de Facebook. La respuesta, como siempre, el lunes.

Abrió el paraguas por fin y se quedó un momento suspenso y pensando: «y ahora, ¿hacia dónde voy?, ¿tiro a la derecha o a la izquierda?» Porque Augusto no era un caminante, sino un paseante de la vida. «Esperaré a que pase un perro ––se dijo–– y tomaré la dirección inicial que él tome.» 
 
En esto pasó por la calle no un perro, sino una garrida moza, y tras de sus ojos se fue, como imantado y sin darse de ello cuenta, Augusto. 
 
Y así una calle y otra y otra. 
 
«Pero aquel chiquillo ––iba diciéndose Augusto, que más bien que pensaba hablaba consigo mismo––, ¿qué hará allí, tirado de bruces en el suelo? ¡Contemplar a alguna hormiga, de seguro! ¡La hormiga, ¡bah!, uno de los animales más hipócritas! Apenas hace sino pasearse y hacernos creer que trabaja. Es como ese gandul que va ahí, a paso de carga, codeando a todos aquellos con quienes se cruza, y no me cabe duda de que no tiene nada que hacer. ¡Qué ha de tener que hacer, hombre, qué ha de tener que hacer! Es un vago, un vago como… ¡No, yo no soy un vago! Mi imaginación no descansa. Los vagos son ellos, los que dicen que trabajan y no hacen sino aturdirse y ahogar el pensamiento. Porque, vamos a ver, ese mamarracho de chocolatero que se pone ahí, detrás de esa vidriera, a darle al rollo majadero, para que le veamos, ese exhibicionista del trabajo, ¿qué es sino un vago? Y a nosotros ¿qué nos importa que trabaje o no? ¡El trabajo! ¡El trabajo! ¡Hipocresía! Para trabajo el de ese pobre paralítico que va ahí medio arrastrándose… Pero ¿y qué sé yo? ¡Perdone, hermano! ––esto se lo dijo en voz alta––. ¿Hermano? ¿Hermano en qué? ¡En parálisis! Dicen que todos somos hijos de Adán. Y este, Joaquinito, ¿es también hijo de Adán? ¡Adiós, Joaquín! ¡Vaya, ya tenemos el inevitable automóvil, ruido y polvo! ¿Y qué se adelanta con suprimir así distancias? La manía de viajar viene de topofobía y no de filotopía; el que viaja mucho va huyendo de cada lugar que deja y no buscando cada lugar a que llega. Viajar… viajar… Qué chisme más molesto es el paraguas… Calla, ¿qué es esto?»