El viernes pasado era fiesta y lo lógico es que no hubiéramos lanzado nuestro acertijo, pero al tratarse del 12 de octubre hicimos una salvedad porque para nosotros las fiestas hay que celebrarlas y nuestra manera de hacerlo fue por medio de un texto que nos recordase a todos los españoles (los de aquí y los de allá) que unidos somos mucho más que quinientos millones.
Por eso elegimos un texto de Rubén Darío, uno de los más firmes defensores de la identidad hispanoamericana y uno de sus poemas más significativos en este sentido, su «Oda a Roosevelt» (1903) perteneciente a Cantos de vida y esperanza (1905), en el que manifiesta orgullosamente nuestra condición mestiza y heredera de la cultura grecolatina por oposición al mundo bárbaro norteamericano que representa en su presidente Roosevelt.
Ha habido varios acertantes que de seguro tendrían ventaja cierta en las oposiciones si hubiera caído este texto. Ellos son Rafael Campos Morales y Pilar Cobo. ¡Enhorabuena a ambos! ,
Y nada más. El viernes, como siempre desde hace cinco años, volveremos con una nueva entrega. Saludos y ánimo.
Mas la América nuestra, que tenía poetas
desde los viejos tiempos de Netzahualcoyotl,
que ha guardado las huellas de los pies del gran Baco,
que el alfabeto pánico en un tiempo aprendió;
que consultó los astros, que conoció la Atlántida,
cuyo nombre nos llega resonando en Platón,
que desde los remotos momentos de su vida
vive de luz, de fuego, de perfume, de amor,
la América del gran Moctezuma, del Inca,
la América fragante de Cristóbal Colón,
la América católica, la América española,
la América en que dijo el noble Guatemoc:
«Yo no estoy en un lecho de rosas»; esa América
que tiembla de huracanes y que vive de Amor,
hombres de ojos sajones y alma bárbara, vive.
Y sueña. Y ama, y vibra; y es la hija del Sol.
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras.
Y, pues contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios!