Decía la semana pasada que lo fundamental era el crecimiento personal. Y es verdad. Yo recuerdo muchas veces que fui el número uno de mi tribunal (formado por trescientos opositores y con solo una plaza). Y el orgullo que hay en ello no proviene simplemente de ser un número uno, sino del enorme trabajo y crecimiento personal que hay detrás, de la fe que me hacía estudiar seis horas diarias sabiendo que había una plaza para cada trescientos opositores. ¿Cómo no estar orgulloso de esto?
Todos podemos crecer personalmente
Nosotros podemos crecer personalmente alrededor o tomando como base diferentes cosas. Puede crecer el deportista esforzándose al máximo para competir, puede crecer el policía haciendo cada día mejor su trabajo, puede crecer el cirujano buscando mejorar sus técnicas y puede crecer el albañil esforzándose por trabajar más y mejor en el mismo tiempo. Todos. El opositor crece siendo cada día mejor opositor. Y el preparador puede crecer preparando opositores cada vez con mayor profesionalidad, mayor conocimiento y mayor cariño por lo que hace y por las personas con las que trata. Y ese es mi reto.
Mi primer año como preparador
En 1999 comencé a preparar opositores. Hacía un año que me había sacado la plaza y la ayuda de Jesús Felipe Martínez Sánchez y mi tremendo esfuerzo de seis años estaban frescos. Mi temario, mis método… también. Ese año tuve una experiencia en una academia y de ahí extraje lecciones que resultaron decisivas en mi formación como preparador. Vi cómo lo habitual era que los alumnos recibieran una clase teórica sobre un tema larguísimo, que recibieran instrucciones acerca de cómo sintetizar sus ideas básicas. También vi que las clases de ejercicios prácticos consistían básicamente en la explicación de un ejercicio por parte del preparador y en la corrección en común de una práctica con las aportaciones de los alumnos. Es decir, no había una formación individualizada y de calidad. ¿Por qué esto era así? Medité sobre este tema hasta llegar a la conclusión que una de las claves estaba en lo que ganaban los preparadores. Muy poco dinero. Si se llevaban los ejercicios de sus alumnos y los corregían individualizadamente en sus casas, trabajarían muchísimo por muy poco. No les merecía la pena. En ese momento comprendí por qué las academias tradicionales difícilmente podrían dar nunca un buen servicio.
El reto por mejorar cada año la preparación
A mí me llenaba lo que hacía. Mucho. Y me lancé a preparar opositores por mi cuenta, aplicando los mismos métodos que me llevaron a mí a obtener mi plaza. Ayudar a otras personas a alcanzar su sueño, a recorrer el camino que yo había recorrido como opositor, pero ahorrándoles tiempo, obstáculos y choques era (y sigue siendo) para mí algo apasionante. Hay que vivir la oposición para preparar bien y yo la vivo desde 1992. Esto supone una grandísima responsabilidad, pues influyes de forma decisiva en el destino de quienes confían en ti. Y esto supone una gran tensión también, porque debes seguir las enormes tensiones que sufren las personas a las que preparas. Mucha tensión, mucha responsabilidad, mucho trabajo. Y esta es la razón por la que es raro que los preparadores lleven, como yo, veinte años dedicados a esto. O te apasiona, o lo dejas. Veinte años preparando personas hablan por sí solos.
Escuchar a las personas es clave
Hay una clave fundamental y es la de escuchar a las personas. Porque una gran parte de mi crecimiento personal y como preparador ha sido siempre escuchar a las personas. Cuando están tensas, desilusionadas, tristes o enfadadas, las personas nos dicen muchas cosas que incluso a veces son injustas porque son frutos de su tensión (y como tales hay que perdonarlas), pero nos enseñan caminos que podemos explorar después con serenidad. Y a mí los opositores me han enseñado mucho desde el primer día. Como mera anécdota, recuerdo una opositora, cuyo nombre no indicaré aquí (pero ella lo recordará si lo lee) a la que le di clase en 1999 y al finalizar el curso, me dijo: “Tú eres muy bueno… pero te falta un látigo”. Ese día me molestó aquella frase (aunque no le dije nada, por supuesto), pero luego lo pensé y me dije, “Tiene razón. Lo que me ha querido decir es que ella necesita que la presionen. Seguro que hay más personas así.” Yo no era así, pero ella sí. Así que modifiqué mi forma de actuar y a partir del año siguiente, incluí todas las semanas un control para mi pequeño grupo de opositores. En 2004 inventé la HC, el mecanismo para controlar la evolución del estudio. En 2008 aquella opositora volvió a contactar conmigo y obtuvo su plaza. Final feliz.
La pasión lo mueve todo
Al final, es el corazón quien manda. Y esa pasión por mejorar, ese motor que nos mueve fue el que me llevó ya como opositor a crear mi propio temario, mi propio método de estudio (Método de estudio Opohispania) y mi propio método de repasos hasta alcanzar repasar cada tema en cinco minutos. Esa competitividad deportiva aplicada a las oposiciones la he mantenido desde entonces y cada año intento mejorar. Por eso inventé la HC, los video tutoriales, el curso Opolengua (especialmente diseñado para personas de otras carreras o con lagunas en la carrera de Filología) y un gran número de cursos auxiliares para ayudar a quien tenga una carencia a solucionarla. Por eso cree Opohispania también. Si no se tiene pasión, si no se está viviendo la oposición veinticuatro horas al día, si no se quiere satisfacer las necesidades de los demás es imposible hace esto. Y de esto pueden dar fe quienes nos contratan.
Cada año es un nuevo examen
Cada año que hay oposiciones se repite un nuevo examen. Y nosotros lo vivimos con intensidad. Preocupados, tensos, ilusionados. Se repite otra vez lo que sentíamos cuando íbamos nosotros mismos a las pruebas, aunque a otro nivel. Nos sentimos como el buen general que manda a la guerra a sus soldados. Nosotros salimos también victoriosos o derrotados. Nos preocupamos por la gente y seguimos su devenir con ilusión. Nosotros vivimos con las personas que hemos preparado su victoria o su derrota hasta el límite que ellas deciden. No ha sido raro que mantengamos el trato desde entonces. Y en muchas ocasiones el encuentro personal se ha producido y ha sido muy gratificante. Cuando mandamos nuestro primer correo como opositores nuestros “Bienvenida a bordo” enviamos una declaración de intenciones que incluye una navegación humana y real a la que estamos siempre abiertos. Porque somos, y queremos ser, ante todo, seres humanos.
Como siempre, nuestro recuerdo para las víctimas de la pandemia y sus familiares. Saludos y ánimo.