Ya estamos en la recta final de la preparación. La playa de llegada está cerca y las maniobras de desembarco absorben toda nuestra atención. Estudiar, repasar, programación… y comentarios. Y justamente para esto sirve nuestro ¡Ponte a prueba!, para ayudar en la preparación de la prueba de comentario de las Oposiciones de Lengua Castellana y Literatura.
Hoy traemos un texto muy interesante, que entronca con el que se planteó en las oposiciones de la Comunidad Valenciana el sábado pasado. Este tipo de textos no han sido extraños en las oposiciones, por lo que creo que resultará útil enfrentarse a él y si no se reconoce, al menos estar alerta por si uno parecido pudiera caernos el día D.
Como siempre, se trata de reconocer obra y autoría, pero si ello no fuera posible, se trataría de señalar época, género y movimiento literario en la medida en que esto fuera posible.
Como siempre, las soluciones hay que escribirlas como comentario en la página de Facebook de opolengua.com hasta el domingo por la noche y el lunes daremos la solución con sus acertantes.
Y como siempre también, vaya nuestro recuerdo a las víctimas de la pandemia y a sus familiares. Saludos y ánimo.
Pero no creáis que de lo expuesto intentaré sacar una deducción pesimista, afirmando que esta descomposición social ha de traer días de anemia y de muerte para el arte narrativo. Cierto que la falta de unidades de organización nos va sustrayendo los caracteres genéricos, tipos que la sociedad misma nos daba bosquejados, cual si trajeran ya la primera mano de la labor artística. Pero a medida que se borra la caracterización general de cosas y personas, quedan más descarnados los modelos humanos, y en ellos debe el novelista estudiar la vida, para obtener frutos de un Arte supremo y durable. La crítica sagaz no puede menos de reconocer que cuando las ideas y sentimientos de una sociedad se manifiestan en categorías muy determinadas, parece que los caracteres vienen ya a la región del Arte tocados de cierto amaneramiento o convencionalismo. Es que, al descomponerse las categorías, caen de golpe los antifaces, apareciendo las caras en su castiza verdad. Perdemos los tipos, pero el hombre se nos revela mejor, y el Arte se avalora sólo con dar a los seres imaginarios vida más humana que social. Y nadie desconoce que, trabajando con materiales puramente humanos, el esfuerzo del ingenio para expresar la vida ha de ser más grande, y su labor más honda y difícil, como es de mayor empeño la representación plástica del desnudo que la de una figura cargada de ropajes, por ceñidos que sean. Y al compás de la dificultad crece, sin duda, el valor de los engendros del Arte, que si en las épocas de potentes principios de unidad resplandece con vivísimo destello de sentido social, en los días azarosos de transición y de evolución puede y debe ser profundamente humano.